Por Yuriria Sierra
Aterrador Top 10
La situación de las urbes de México es el resultado de políticas fallidas aplicadas en lo que va del siglo.
No, no es normal. No es normal que las ciudades mexicanas sean vistas como las más violentas en el mundo. No es normal, porque, aunque no se tomen en cuenta a localidades de países con actividad bélica, ser una nación con alta percepción de inseguridad abona a una imagen negativa que desde hace años se ha querido contrarrestar, al menos a nivel ciudadano, cuyo deseo va mucho más allá del discurso institucional. Me refiero a los datos que publicó el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal, A.C., que desde hace 15 años analiza las cifras oficiales de asesinatos en zonas urbanas de más de 300 mil habitantes, para obtener así los puntos rojos en términos de homicidios.
Tristemente, dentro del Top 10, México aporta nueve ciudades: Colima, Zamora, Ciudad Obregón, Zacatecas, Tijuana, Celaya, Juárez, Uruapan y Acapulco; sólo Nueva Orleans, en Luisiana, Estados Unidos, se agrega a la lista. Pero la misma organización acota que ha sido una región mexicana la que ocupa el lastimoso primer puesto desde hace seis años. ¿Y cuál es la estadística? En la capital de Colima, se anotan más de 180 asesinatos por cada 100 mil habitantes; en el último lugar del estudio, que ocupa también una ciudad mexicana, la capital de San Luis Potosí, se registran 29 crímenes de este tipo por cada 100 mil personas.
“La situación de las urbes de México es el resultado de políticas fallidas aplicadas en lo que va del siglo, que ha consistido en tolerar la violencia de los grupos criminales y la existencia misma de sus milicias privadas, que desafían el monopolio del Estado sobre la violencia. Pero la peor de esas políticas es la vigente, la del presidente Andrés Manuel López Obrador: Abrazos, no balazos. No existe antecedente en el mundo de un gobierno nacional —como hoy ocurre en México— que haya adoptado como política de seguridad pública la de dar manos libres a los criminales para que ejerzan violencia y encima lo proclame abiertamente…”, anota la organización como parte de las conclusiones de este análisis.
Y es que lo cierto es que este es un retrato de años de un México que se ha transitado entre balas y políticas esquivas. Ahora que la llamada “guerra contra el narco” está con fuerza en la conversación, tras el veredicto a Genaro García Luna, recordemos todos los años en que nos hemos aferrado a no normalizar el cotidiano de violencia. Esto desde la esquina ciudadana, porque donde se ejerce el poder, no hemos tenido resultados contundentes ni una estrategia que desde el papel genere certidumbre, menos aún alimenta en campo.
Abrazos, no balazos es la frase que, como lo recuerda el análisis, sale a relucir cada que el Presidente es cuestionado sobre su ruta en materia de seguridad. No la ha movido un ápice desde que inició su sección, a menos que sea para dar más tareas a las Fuerzas Armadas. Y mientras eso no cambie, México seguirá en ese lastimoso Top 10 hasta completarlo. No falta mucho.