Cuando somos adolescentes y adultos jóvenes nos interesamos muchos en la música nueva. Pero, poco a poco, ese interés disminuye. Puede haber muchos motivos. De hecho, posiblemente sea por una mezcla de todos ellos
Hipertextual. Cuando somos jóvenes, nos gusta experimentar y escuchar música nueva. Sin embargo, a medida que nos hacemos mayores somos más tendentes a afianzar nuestros gustos y salirnos menos de ellos. Eso no quiere decir que ya no escuchemos nada nuevo, pero sí que solemos marcarnos unos límites de forma inconsciente. No nos pasa a todos, pero es habitual. De hecho, según la revisión realizada en The Conversarion por Timothy McKenry, profesor de música en la Universidad Católica de Australia, hay una explicación científica para todo esto.
Eso sí, antes de analizarla cabe hacer hincapié en dos asuntos. El primero es que esta atracción por la música nueva no es lineal. Cuando somos niños nos encanta escuchar música nueva y estamos muy abiertos a ella. Después, en la adolescencia temprana, los gustos se hacen más cerrados, pero escuchamos mucha música. Más adelante, como adultos jóvenes, escuchamos menos, pero volvemos a mostrar interés por la música nueva. Y, para terminar, a medida que nos hacemos mayores nos afianzamos en aquello que más nos gustó en las épocas pasadas de experimentación.
No es algo fijo ni inflexible. Pero es común y las causas pueden ser muy variadas, según los estudios analizados por este científico.
De las interacciones sociales a la agudeza auditiva
En el artículo se citan varios estudios. Pero generalmente son dos los que apuntan a las causas por las que escuchamos menos música nueva cuando nos hacemos mayores. La primera es que los adolescentes y adultos jóvenes a menudo usan la música para socializar. ¿Quién no ha pasado por múltiples tribus urbanas durante su adolescencia, con todo lo que ello conlleva con respecto a gustos musicales? En cambio, a medida que nos hacemos mayores comenzamos a permanecer a grupos sociales más cerrados. La música deja de ser una herramienta para socializar, por lo que no tenemos una necesidad tan imperiosa de escuchar música nueva.
Por otro lado, en el artículo se señala que todo podría ser también una cuestión de agudeza auditiva. Esto explicaría por qué las personas de mayor edad son las que menos música nueva escuchan. Al tener una disminución de la tolerancia al sonido fuerte y de alta frecuencia, no se disfruta tanto de lo que puede ofrecer la música nueva. Por eso, estas personas se quedan con la que ya conocían de antaño, cuando una mayor agudeza auditiva les permitía disfrutar más de los matices.