Por Yuriria Sierra
Trece años
Hace trece años. Fue el 28 de junio de 2010 cuando en el municipio de Chimalhuacán, Estado de México, fue hallado el cuerpo sin vida de Mariana Lima. Tenía 28 años. En aquel entonces, las autoridades de la entidad aseguraron que se había suicidado. Anotaron que la joven se ahorcó en su habitación. Sin embargo, la madre de Mariana, Irinea, jamás creyó esta versión. La asistía una razón sustentada en antecedentes que su propia hija le había comentado: “‘Voy a denunciarlo… Sé que no le harán nada. Siempre ha dicho que no puedo hacerle nada, porque es policía; pero quiero sentar un precedente jurídico (…) Volveré a las tres y comeré contigo, mamá’. Mi hija nunca llegó”, según documenta el portal de ONU Mujeres, como registro de un matrimonio en donde habitaba también la violencia. Tras la muerte de Mariana, Irinea contó una y otra vez que desde que el esposo de su hija le llamó para notificarle del “suicidio”, supo que él la había matado. Constató que el cuerpo de Mariana no pendía de ninguna cuerda, sino que se encontró sobre la cama, llena de golpes. No había manera de que Mariana se hubiera hecho daño sola.
Así inició una batalla, una donde Irinea Buendía enfrentó a las autoridades y se retó a sí misma: comenzó a documentarse, compró libros de criminalística, de derecho… y, con ayuda de organizaciones civiles, tras cinco años de arduo trabajo, logró que la Suprema Corte de Justicia de la Nación le otorgara un amparo, con él se ordenó que la muerte de Mariana se investigara de nuevo, pero esta vez bajo la figura de feminicidio. Esta nueva investigación arrojó que, en efecto, tal como Irinea lo pensó desde el día uno, a pesar de lo concluido por autoridades, a su hija la mataron, nunca se trató de un suicidó. El responsable, el esposo de Mariana, un policía judicial del Estado de México, fue detenido.
Este caso es un antes y un después cuando hablamos del camino a la justicia en casos de mujeres asesinadas en nuestro país, diez al día desde hace varios años. Su fallo dictó precedente para que cada muerte violenta de una mujer sea investigada con perspectiva de género. Sin embargo, así como dio pauta para robustecer y mejorar la ejecución de los procesos penales, también evidenció lo poco preparado y la escasa voluntad de las autoridades para resolver los casos priorizando a la víctima. Años después, el caso de Lesvy Berlín Osorio fue tratado con la misma negligencia, pero su madre, Araceli Osorio, actuó con el mismo temple que Irinea.
Esto viene a cuento porque, a pesar de lo que el caso de Mariana Lima representa en términos jurídicos, esto no le significó un pronto desenlace. Trece años de su asesinato, ocho del amparo que logró anotar feminicidio como causa de su muerte, ocho, y apenas ayer una condena: “Poder Judicial del Estado de México notifica sentencia condenatoria por 70 años de prisión contra Julio César Hernández Ballinas, el feminicida de Mariana Lima Buendía, joven víctima de feminicidio en junio de 2010 en el Estado de México…”, informo el Observatorio Ciudadano Nacional de Feminicidios. Trece años después, así de larga fue la batalla. En 2019, en medio de movilizaciones feministas, Irinea Buendía acudió a una mesa sobre violencia de género a la que convoqué en Imagen Televisión: “Yo, a más de 9 años de estar luchando y haberme convertido en defensora de derechos humanos de niñas y mujeres, sigo viendo las mismas malas prácticas, los mismos vacíos, los mismos vicios. ¿Qué es lo que está pasando con las autoridades? ¿Por qué nos niegan esa justicia que por derecho nos pertenece?…”, sentenció entonces.
Trece años y, finalmente, el asesino tiene sobre él una condena. Mariana, tu madre nunca desistió: siempre inquebrantable, te hizo justicia.