Por Vianey Esquinca
Y cuando despertó, López-Gatell seguía ahí
La próxima semana se cumplirán tres años desde que el gobierno federal implementó la Jornada Nacional de Sana Distancia, con la que buscaba contener la pandemia. Durante este periodo, quedaron importantes aprendizajes para el país.
El primero y más serio es que en el gobierno de la 4T no importa que un funcionario sea inepto o negligente, mientras le sirva al Presidente. El más vivo ejemplo es el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, quien logró que México ocupara los primeros lugares en defunciones por covid-19.
La forma en que siempre desestimó la gravedad de la enfermedad, su terquedad en reconocer que el uso de cubrebocas obligatorio podría haber salvado vidas, sólo porque Andrés Manuel López Obrador nunca lo quiso usar; su rechazo al uso de pruebas diagnósticas para poder ocultar la dimensión del problema. El uso y manipulación de datos, sus declaraciones en el sentido de que el Presidente tenía una fuerza moral y no de contagio, que el paciente asintomático no necesitaba cuarentena, que la gente sólo debía ir a hospitales cuando se sintieran realmente mal o que no era necesario que los niños y niñas se vacunaran porque les quitaban el lugar a los adultos mayores, pintaron de cuerpo completo su mediocridad.
Ese médico que empezó siendo un aire fresco en materia de comunicación, se convirtió en la caricatura más clara de la abyección. Cuando la pandemia se salió de control y el número de muertos subió a 100 mil, 200 mil, 300 mil, el subsecretario decidió contraatacar culpando a la alimentación de los mexicanos, subiéndose a un discurso que el Presidente había iniciado. Todos fueron culpables, menos ellos.
La campaña de vacunación también fue altamente criticada. Por ejemplo, decidieron vacunar a los maestros con CanSino, condenándolos a que no pudieran viajar porque no estaba entre las autorizadas por la Organización Mundial de Salud. Siguen sin aprender, demostrando que el manejo siempre ha sido más político. Ahora resulta que compraron la vacuna Abdala, de origen cubano, que tampoco cuenta con el aval de la OMS. Amenazan, además, que si, en algún momento de la vida se logra desarrollar la vacuna mexicana Patria, también la van a aplicar. Que Dios agarre confesados a quienes decidan ponérsela.
Durante todos estos años, no hubo el más mínimo reconocimiento de ninguno de los dos López que el manejo de la pandemia fue uno de los más desastrosos que se tuvo en el mundo. A pesar de que la OMS señaló que se hubieran podido evitar por lo menos 190 mil muertes si se hubieran seguido estándares internacionales.
Pero como López-Gatell bailó al son que le tocaron en Palacio Nacional ha logrado mantenerse en su cargo con, incluso, más responsabilidades para seguir haciendo daño, utilizando a la Cofepris como brazo ejecutor, una especie de lugarteniente del gobierno federal. Ha ido de ocurrencia en ocurrencia, sin la más mínima evidencia científica.
Este funcionario debe ser el más interesado en que Morena gane las elecciones presidenciales, porque sabe que, si un partido de oposición llegara a ganar, sería al primero al que investigarían y meterían a la cárcel por el manejo negligente y criminal de la pandemia. No se debe descartar que cuando llegue el momento le den una curul plurinominal en el Congreso para tener impunidad o de plano, se irá a vivir a Israel, donde no hay acuerdo de extradición con México.
Por lo pronto hubo ya una denuncia en su contra, pero sorpresa, sorpresa, la Fiscalía General de la República no quiso proceder. No importa, López-Gatell será perseguido por sus acciones, porque su prestigio en la comunidad médica murió también en la pandemia.
