Las firmas en blanco se convierten en renuncias que son llenadas por el patrón cuando así lo requieren. Hasta inventan deudas o faltas sin haberlas cometidas. A quienes caen en este abuso laboral se les llama “obreros sin sombra”.
La Silla Rota
Les dicen que no pueden leerlo, que lo deben firmar sin protestar, apenas les dan oportunidad de leer el encabezado: “Contrato de Trabajo”. Les exigen que firmen sin cuestionar. Si se detienen y quieren leer, les gritan: “¡firma que tenemos prisa, no que te urgía el trabajo!”, “Quiero tener una copia de lo que firmé”, le dicen a su interlocutor. Unos comentan que eso no se puede, y otros más taimados responden: “la semana entrante puedes pasar por ellos”, y esa nunca llega.
También les hacen firmar hojas en blanco. Se las dan a prisa y la justificación siempre cambia: “Es para darte de alta en el seguro”, “Con esto comprobamos que pasaste los exámenes”, “Para apresurar tu trámite y no hacer que regreses”. Con desconfianza, pero con la necesidad de trabajar. Esto es un obrero sin sombra.
Algunas de las frases con las que se encuentran estos documentos firmados a ciegas, dicen:
“Debo desempeñar cualquier trabajo que se me ordene”.
“Acepto ser cambiado de turno en cualquier momento”
“Puedo ser cambiado de lugar de trabajo a cualquier parte de la República”
“No puedes casarte o embarazarte”
“Debo dejar de ser yo”
Ellos saben que deben laborar una jornada máxima de ocho horas, pero normalmente no se respeta y tampoco se les paga tiempo extra. Les dicen que para mantener su trabajo deberán trabajar dos o tres horas más.
Cuando preguntan el por qué, les dicen que son obreros sin sombra, es decir personas sin derechos. Que la firma de ese contrato de trabajo fue una cesión de su persona, su libertad, de lo que mandan las leyes laborales, su esencia.
Se dan cuenta que la Ley Federal del Trabajo no obliga a publicar en un sitio de internet sus contratos individuales. Son secretos de Estado, que solo conoce el patrón. Los resguardan en caja fuerte para el caso de que haya un pleito, y el empleador demuestre ante una autoridad o un juez que es propietario de la sombra del trabajador, de sus derechos.
Los seres sin sombra no son protegidos por inspectores de trabajo, ni por secretarios, actuarios o jueces. Deben alejarse de ellos lo más posible, porque si se acercan pierden el empleo y todo tipo de ingreso.
A los obreros que les arrebatan su ser, la reforma laboral no los protegió, pasó tan rápido que no se dieron cuenta de su existencia a pesar de que van por todos lados sin reflejar su sombra.