Por Vianey Esquinca
Poncio Pilato
La 4T no debería tener cuadros de Benito Juárez en sus oficinas, sino de Poncio Pilato, ese personaje que se lavó las manos buscando no hacerse responsable de enviar a Jesús de Nazaret a la Cruz.
En la tragedia de Ciudad Juárez, donde murieron 39 migrantes en una estación —cárcel— migratoria debido a la negligencia y omisión del Estado, el gobierno “de la transformación” hizo un homenaje, una oda a Poncio Pilato.
El primero que puso el ejemplo fue el propio Andrés Manuel López Obrador, quien culpó a los migrantes de haber provocado su muerte, sólo le faltó decir que fue un suicidio colectivo porque pertenecían a una secta. No fue el único, su secretario de Gobernación, Adán Augusto López, inmediatamente se desmarcó de la fatalidad y pidió que se volteara a ver al responsable de la política migratoria: Marcelo Ebrard, quien hizo como que la virgen le hablaba y después de poner el consabido tuit de condolencias, se le vio muy contento y feliz manejando un Tesla. Los funcionarios estaban más preocupados en que no los responsabilizaran que en dar la cara y reaccionar como se esperaría de una presidencia humanista.
Lo de Chihuahua puso el dedo en la llaga y obligó a la opinión pública a ver la situación que viven las personas que deciden abandonar su país buscando llegar a Estados Unidos, teniendo la mala fortuna de atravesar México. Los migrantes viven un verdadero viacrucis en México, porque López Obrador decidió supeditar su política migratoria a los mandatos de Estados Unidos. Miles de centroamericanos y sudamericanos viven un calvario, cargan con su cruz y tienen varias caídas en su trayectoria. El Presidente les dio el beso de Judas, primero les hizo creer que México era un país de puertas abiertas, para al final traicionarlos y tratarlos como indeseables.
Las historias que han salido a la luz a raíz del incendio han dejado en claro las condiciones inhumanas en que los tenían sin agua ni alimentos. Seguramente porque el gobierno morenista piensa que no sólo de pan vive el hombre. A pesar de ello, el mandatario federal negó y sigue negando no tres veces, sino más la situación. Prueba de ello fueron sus primeras reacciones, tuvieron que pasar cinco días para decir que el evento lo conmovió y le partió el alma. Tarde, pero sin sueño.
Pero la admiración hacia Poncio Pilato no es nueva, cada vez se escuchan a más funcionarios buscar deslindarse de todo lo malo que sucede. En 2021, al día siguiente que se registró un incendio en un control de trenes del metro, la entonces directora del Sistema de Transporte Colectivo, Florencia Serranía, señaló: “Yo soy la directora general del Metro, solamente”.
La jefa de Gobierno de la CDMX, Claudia Sheinbaum se lavó las manos de las decenas de espectaculares que aparecieron en todo el país con su silueta y la frase #EsClaudia, “pues son personas que deciden organizarse y los suben, pero no, de ninguna manera es algo que nosotros estemos promoviendo”.
La administración federal y, en particular, el subsecretario Hugo López-Gatell, jamás admitieron que la muerte de cientos de miles de personas en la pandemia fue provocada por su manejo criminal e ignorante, la culpa, según ellos, fue de los malos hábitos alimenticios de las personas.
La lista de los funcionarios y legisladores de la 4T que todos los días le rinden honores a Poncio Pilato es amplia y cada vez más extensa. Culpar a otros, deslindarse de los errores o buscar al chivo expiatorio que pagará los platos rotos es el pan nuestro de cada día.