Néstor J. Hurtado Vera.
En días pasados, hubo un encontronazo de declaraciones entre el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador y el senador republicano de Estados Unidos, Lindsey Graham, en donde prácticamente se prendieron los ánimos en un debate a distancia sobre el tráfico ilegal de fentanilo, que está causando graves consecuencias en sus consumidores, en su gran mayoría estadounidenses.
El legislador norteamericano, arrancó la polémica con dos puntos que a López Obrador lo hicieron reaccionar de inmediato; el primero fue acusar al Gobierno de México de haber perdido el control de algunas zonas del país, asegurando que a la par se encuentran bajo el dominio del crimen organizado.
El segundo punto y a mi consideración el más relevante, fue la iniciativa que presentó en la Cámara de Representantes de Estados Unidos, para utilizar a sus Fuerzas Armadas en territorio mexicano, esto para combatir a los cárteles de droga, la cual no ha sido aprobada, pero ha generado un intenso debate.
Aunque esta propuesta es considerada heroica en casos de combate al terrorismo, como en el Medio Oriente, debemos partir de que legalmente se carecen de elementos para que puedan replicar este modelo en suelo mexicano.
Un dato que debemos tener a la mano, es que Estados Unidos se encuentra en proceso electoral y casi siempre usan de “bandera” el tema de la seguridad; del cual se derivan el narcotráfico y la migración, lo que en automático involucra a México.
Hace un año, el gobernador de Texas, Greg Abbott, apuntó hacia México prácticamente con el mismo discurso y nada ha pasado. Lo único cierto es que, de este lado, contamos con un presidente muy astuto que le encanta estar en el juego de las declaraciones y aunque sea un cuento de nunca acabar, al mandatario mexicano le conviene únicamente hablar y mostrarse como defensor de la patria.
Me da la impresión de que Obrador vive pensando en cómo será recordado en la historia y su única labor es hablar, hablar y hablar, por lo que, en dicho tema, se nota que hasta disfruta la confrontación.
Y aunque el Gobierno de México reaccionó fuerte, con cuestionamientos claves como el consumo de drogas tan alto en Estados Unidos, el involucramiento de estadounidenses en actividades ilegales, la corrupción que impera en el vecino del norte y, sobre todo, el descontrol en la venta de armas ilegales, al final, es un tema que sólo quedará en el debate, ya que, por generaciones, no ha existido voluntad binacional para encontrar una solución de fondo.
Tristemente, al día mueren alrededor de 200 estadounidenses por consumo de fentanilo, mientras que los republicanos, únicamente se acuerdan de este tema en campaña, pero nada proponen para frenar el tráfico ilegal de armas hechas en Estados Unidos, lo que hace cada vez más fuertes a los cárteles mexicanos.
Por lo que a México sólo le queda responder a través de debates estériles, que todos sabemos son cíclicos y repetitivos. Por eso creo que esta situación vergonzosamente es un cuento de nunca acabar.