CIUDAD DE MÉXICO.- Incapaz de mantener el asunto fuera de la sesión solemne, las palabras de la Senadora Sasil de León Villard contra la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) hicieron resonar los abucheos en la entrega de la Medalla Belisario Domínguez a Elena Poniatowska.
Si bien la legisladora había ofrecido un perfil de la escritora y periodista destacándola como alguien que definió el papel de la mujer en el mundo cultural de México, al cerrar con una condena a la decisión de la Corte contra los intentos de transferir al Ejército el control de la Guardia Nacional, la sala de sesiones de la Casona de Xicoténcatl se llenó de gritos de «¡Fuera!».
El ánimo de indignación continuaría brevemente, hasta que se hizo entrega de un diploma y la presea correspondiente a 2022 a la autora de La noche de Tlatelolco, quien con ello se convirtió este miércoles en la novena mujer en recibir el máximo honor que otorga el Senado de la República.
Ya con el uso de la palabra, Poniatowska inició por confesar su tristeza ante la ausencia del Presidente Andrés Manuel López Obrador, en cuya representación acudió el Secretario de Gobernación, Adán Augusto Lopez, bajo el pretexto de «cuidar la investidura presidencial» de posibles agravios por parte de legisladores de la Oposición.
«Tanto mi familia, mis amigos y muchos de los que estamos aquí lo queremos, y no sólo lo queremos, lo admiramos», dijo la Premio Cervantes 2013 -ataviada con la misma tehuana roja y amarilla con que recogió tal reconocimiento hace una década-, acompañada de sus hijos, nietos y amistades, como la antropóloga Marta Lamas.
La desazón ocasionada por De León Villard parecía algo que la propia Poniatowska hubiera preferido evitar, tal cual evidenciaron más adelante sus palabras.
«Supongo, pido perdón, supongo que muchos esperaban un discurso o un texto político, y lamento decepcionarlos», expresó la autora nonagenaria, a lo cual los representantes de la Cámara Alta reaccionaron con palmas.
Como lo había adelantado a REFORMA, el discurso de quien ejerce el periodismo desde hace ya cinco décadas fue de agradecimiento; de homenaje, incluso. Tanto para los grandes personajes del siglo pasado como para aquellos protagonistas de las distintas causas que cobijara con sus letras.
De Rosario Castellanos, Francisco Toledo y Diego Rivera a los huelguistas ferrocarrileros y los presos del Palacio Negro de Lecumberri; de Tin Tán, Dolores del Río y Dámaso Pérez Prado a las costureras fallecidas en el terremoto de 1985 y los estudiantes asesinados en 1969.
«Todavía soy de los que levanta la cabeza cada vez que un helicóptero sobrevuela un caserío, porque en 1968 la aparición de uno sobre la Plaza de las Tres Culturas desató la balacera. Vivir este acontecimiento sigue siendo una profunda herida hasta el día de hoy», compartió.
Octavio Paz, en el día que se cumplen 25 años de su fallecimiento; sus amigos Carlos Monsiváis, «Monsi», y José Emilio Pacheco, y su compañero, el astrónomo Guillermo Haro, no quedaron fuera del largo agradecimiento de la autora de Hasta no verte Jesús mío, aquella princesa que llegó a México por mar, descendiente del último Rey de Polonia, como se recordara al presentarla este día.
Llena de recuerdos que «zumban como abejas» y con una voz que la revelaba sumamente conmovida, Poniatowska aseguró recibir la Belisario Domínguez como una gracia inesperada para la que sólo tenía una palabra, «la más hermosa de todas a pesar de ocupar tan poco espacio».
«Dos sílabas que se dejan caer, y son tan frágiles como un terremoto, un temblor: gracias», enunció, momentos antes de bajar a hacer guardia de honor junto a la figura de quien da nombre la presea concedida.
«Gracias a la vida que me ha permitido escribir lo que pienso», añadiría. «Estoy tan llena de agradecimiento, que solamente puedo decir gracias, gracias y, otra vez, gracias».