CIUDAD DE MÉXICO.- La migración es una expresión de libertad digna de todo ser vivo, un acto natural para garantizar la supervivencia. Para mujeres, hombres e infantes es un acto que obliga a la valentía y la resiliencia, y en muchas ocasiones, la única opción para salir del ciclo de la violencia y la pobreza.
Las clases políticas se encuentran indiferentes ante el calvario que pasan los migrantes al enfrentar lo desconocido en busca de una vida mejor; triste ejemplo de lo anterior son los políticos y congresistas mexicanos a quienes en fechas recientes les fue fácil pasar la página ante la tragedia en Ciudad Juárez o bien lo usaron de manera efímera para pretender sacar algún rédito político.
Si hay un rostro olvidado es el de los menores no acompañados. La Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados dio a conocer que, entre 2021 y 2023, del total de solicitudes de refugio 23% corresponden a niños, niñas y adolescentes. Apenas en marzo las autoridades mexicanas encontraron a 103 migrantes menores de edad viajando sin acompañantes en la caja de un tráiler en la carretera Cosamaloapan-La Tinaja, Veracruz.
Es importante que el Estado mexicano adopte medidas efectivas para garantizar la protección de los menores no acompañados. Esto implica fortalecer los sistemas de identificación, registro y protección de los menores no acompañados, así como ofrecerles acceso a servicios básicos como atención médica, educación y alojamiento temporal.
En México el sexenio está terminando con un cambio de paradigma en su relación con los migrantes pasando de una política centrada en recibimiento y regulación, olvidando la primera promesa constitucional que rige al Estado.