Vianey Esquinca
La corchocarrera
Si son ciertas las versiones periodísticas que señalan que el Presidente habría ordenado que, entre julio y agosto próximo, se defina a la persona que abanderará a su partido en las elecciones presidenciales de 2024, el país atestiguará nerviosismo, campañas negras y un gabinete muy distraído, más que de costumbre.
Por lo pronto, el presidente de Morena Mario Delgado ofreció adelantar para la segunda semana de junio la convocatoria para el proceso interno, poniendo por fin las reglas internas para seleccionar al sucesor de Andrés Manuel López Obrador.
La de Morena será una de las sucesiones más adelantada jamás vista. En la percepción general se identifica a Claudia Sheinbaum como la más adelantada en la corchocarrera. Ella tendrá que aprovechar al máximo la exposición que le da la Jefatura de Gobierno de la CDMX, poniendo veladoras a todos los santos para que no se le caiga la estación Pantitlán de la Línea 9 del Metro o que surja algún escándalo de seguridad, mientras ella siga gobernando.
Adán Augusto López milagrosamente empezó a despegar. Cuando el Presidente lo puso en la corcholista, más de uno pensó que era una broma más del Ejecutivo y que lo metió como hizo con funcionarios de gobierno federal como Rosa Icela Rodríguez, Rocío Nahle, Juan Ramón de la Fuente, etcétera. Todos considerados corchochocolates.
Sin embargo, el secretario de Gobernación ha ido a avanzando peligrosamente, no sólo en las encuestas del partido, sino también en la simpatía del Presidente que ha visto en él a un operador político muy a su estilo y un sólido plan B por si corcho Claudia no despega.
Tanto Sheinbaum como López han seguido la estrategia de la mimetización lopezobradorista. Han tenido que sacrificar su propia personalidad en pos de una candidatura. Atrás quedó la imagen de una Jefa de Gobierno independiente o un secretario de Gobernación conciliador y abierto. Hoy las circunstancias exigen ser un mini-me de López Obrador para demostrar que ellos serán capaces de continuar con su legado.
Marcelo Ebrard sabe que necesita moverse la Secretaría de Relaciones Exteriores para hacer campaña. La dependencia que le dio exposición y lucimiento en momentos clave, hoy parece ser un lastre que no lo deja volar cual libre mariposa. La política migratoria, además, se ha convertido en una piedra en el zapato. La SRE ya no le da para más. Por eso mandó de avanzada a la subsecretaria Martha Delgado, una de las funcionarias más eficientes del gobierno federal, a preparar terreno. Primero está la política, luego el país.
El senador Ricardo Monreal que había jugado a ser el Enfant terrible terminó alineándose a los deseos del Presidente, quedando como el niño berrinchudo que regresó al ruedo. Esta semana declaró: “Prefiero no ser nada, prefiero no participar en nada antes de traicionar al Presidente de la República”. Eso sí, seguramente su sacrificio tendrá recompensa y con alguna candidatura se quedará.
Una vez que se definan las reglas, empezarán, en serio y de forma más abierta, los catorrazos y la corchoguerra sucia, a menos que el Presidente de un manotazo. Se verá un gabinete dividido entre quienes apoyan a unos u a otros y se tapizará el país de anuncios tipo #EsClaudia #AhoraEsAdán #MarceloEsObi-WanKenobi.
Mientras en Morena se están moviendo las cosas con rapidez y tendrán a una corcholata seleccionada el segundo semestre del año, la oposición está deshojando la margarita sin rumbo, con decenas de personas que han levantado la mano en todos los partidos, pero sin una propuesta seria para definir a quien podría ser un candidato de la alianza. Todo indica que están esperando que Morena se despedace solo.