Un nuevo estudio asocia a la misma proteína con las alteraciones neuronales en ambos trastornos
Investigadores internacionales hallaron un componente celular que regula los genes involucrados en la actividad neuronal y cuya alteración puede contribuir al desarrollo de la esquizofrenia.
El equipo de científicos ya había observado en 2018 que este componente, la proteína CPEB4, es clave también en la regulación de los genes responsables de trastornos del espectro autista (TEA).
Ahora, las conclusiones de un nuevo estudio demostraron que la “CPEB4” posee una función reguladora similar en genes de susceptibilidad a la esquizofrenia (SCZ), publicaron los mismos expertos en la revista Biological Psychiatry.
La esquizofrenia es un trastorno psiquiátrico grave que afecta a casi el 1 por ciento de la población adulta y genera anomalías en el pensamiento y la cognición, señaló el jueves el Consejo Superior de Investigaciones Científicas en un comunicado.
Los nuevos resultados sugieren que las terapias que sean capaces de regular la CPEB4, que incide en la expresión de multitud de genes necesarios para la actividad neuronal, podrían potenciar el efecto beneficioso de los tratamientos antipsicóticos actuales, agregó la entidad.
Evidencias genéticas y epidemiológicas previas indican que la esquizofrenia es resultado de factores de riesgo genéticos y ambientales que alteran el correcto desarrollo del cerebro.
En los últimos años, nuevas técnicas han permitido identificar centenares de genes de susceptibilidad a la esquizofrenia. No obstante, cada variante de peligro en estos genes incrementa levemente el riesgo de desarrollar la enfermedad.
El trabajo de 2018, publicado en la revista Nature, analizó muestras cerebrales de pacientes fallecidos que habían padecido trastorno autista, lo que permitió comprobar que esta proteína se encontraba alterada en un porcentaje alto de individuos con autismo.
El hecho de que la SCZ y los TEA compartan muchos genes de susceptibilidad y, por ende, mecanismos patogénicos, llevó a los investigadores a plantear que una alteración de esa proteína también podría observarse en personas con riesgo de padecer esquizofrenia.
Y eso fue lo que demostraron en su nuevo estudio, realizado en colaboración con el Instituto de Investigación Biomédica (IRB) de Barcelona, la universidad del País Vasco, el área de salud mental del Centro de Investigación en Red de Salud Mental (CIBERSAM) y la Universidad de Cardiff.