Alexis Massieu
A 35 y 20 años de prisión fueron condenados el día de ayer, 4 secuestradores y homicidas, que, con una crueldad inaudita, degollaron a su víctima no sin antes propinarle 30 machetazos en el cuello, con un arma que no tenía filo, video-grabando parte del secuestro y del asesinato.
Como parte del juicio abreviado en el que se negoció cual sería la pena, los homicidas confesos, Francisco Javier Cruz, alias “El Pato”, Jesús Marques, alias “Chilango”, y Enrique Alejandro Monsiváis, apodado “La Wipa”, fueron condenados a purgar 35 años de prisión, mientras que Manuel Jonathan Lira, alias “El Pinky”, fue sentenciado a 20 años en la cárcel.
Según la acusación que hizo el Ministerio Público por el homicidio calificado con ventaja, brutal ferocidad y tormento, los hechos ocurrieron la mañana del 16 de noviembre del 2019, cerca de las 07:15 horas, cuando Alberto Vázquez Cepeda, esperaba sobre la calle Guerrero en la Zona Centro, a que uno de sus sobrinos pasara por él, para ir a trabajar.
Repentinamente se aproximaron dos vehículos, uno de color negro y otro rojo, del cual descendieron los 4 homicidas confesos, más otros 2 hombres que no fueron identificados, para comenzar a golpearlo y meterlo en la cajuela de uno de los coches.
Ese mismo día, se reportó el hallazgo de un cuerpo humano semidesnudo tirado a orillas del río Monclova, a la altura de Estancias de Santa Ana, y junto al cual había una cartulina con amenazas para grupos delictivos y autoridades.
El cadáver fue identificado momentos después, por los familiares de Alberto Vázquez Cepeda, quien era albañil y tenía 43 años de edad, y que fue visto con vida por última vez, por uno de sus sobrinos que había quedado en recogerlo y al ver lo que pasaba no se detuvo, dado que conocía a los hombres que estaban golpeando a su tío, y sabía de lo que eran capaces.
Otras de las pruebas claves con las que se acreditó la participación de los 4 sentenciados en los lamentables hechos, fue el hallazgo de una bolsa de color rosa en la que la víctima llevaba la ropa que usaba para trabajar, y que ante la orden del “Pinky”, de no dejar nada, la echaron junto con él, a la cajuela del vehículo negro, un Chevrolet Astra, en el cual se encontraron restos de sangre.
Un tatuaje en la mano de uno de los homicidas, fue clave para su plena identificación, además de dos pares de tenis que llevaban puestos dos de los sentenciados, cuando cometieron el crimen y cuando fueron llevados ante el juez en la audiencia inicial, y en los que se encontraron restos de sangre con ayuda de la luz fluorescente y peritajes químicos.
Sin embargo, de todas las pruebas recabadas por la Fiscalía General del Estado, las más reveladoras o impactantes, fueron un par de videos grabados por los autores del secuestro y el homicidio, los cuales llegaron de forma anónima a dicha autoridad mediante su portal en línea.
En el primer video cuya duración es de 50 segundos, aparece la víctima siendo torturada con piquetes en los ojos para que respondiera a sus cuestionamientos: “¿para quién jalabas?”, y como no respondía, el jefe del grupo le gritó: quieres que te los saque a la…, háganlo para acá”, y eso fue lo último que se escuchó.
El segundo de los videos que obtuvo la FGE, dura 4 minutos con 13 segundos, y muestra lo que pasó después: “denle a la ver… en el cuello güey, mátalo a la ver…”, en esos momentos comenzaron a darle machetazos en el cuello a la víctima, 30 según contabilizaron las autoridades, hasta que aún con vida, pese a los terribles golpes, se alcanza a escuchar a la víctima pedir ayuda.
“Córtale ya el pinche pescuezo”, les dijo su líder, pero el machete no tenía filo, explicó el Ministerio Público durante la audiencia en la que estuvieron presentes los familiares de los sentenciados, entonces fue el propio “Pinky”, quien bajando del coche le cortó la yugular, herida que llegó a las cervicales según las pruebas periciales.
Además de la pena de prisión respecto de la cual no existe la posibilidad de un beneficio, a los sentenciados se les condenó a pagar una multa de 16 mil pesos cada uno, y a la reparación del daño a las víctimas indirectas, la cual no ha sido cuantificada.