Pablo Hiriart
¿Por cuál camino, señor Presidente?
Con López Obrador México va hacia el socialismo que nulifica libertades, aplasta el Estado de derecho e impone el pensamiento único
De la mano del presidente López Obrador, lentamente México ha tomado la vereda del socialismo estatista, empobrecedor, que anula el Estado de derecho y promueve la polarización social desde la niñez.
Ya no hay manera de fingir que no vemos qué está pasando y hacia dónde vamos.
La pregunta del desplegado del líder empresarial Juan Sánchez Navarro a finales de los 50 a Adolfo López Mateos cobra hoy una urgente vigencia: “¿Por cuál camino, señor Presidente?”
“¿Quiere seguir usted el camino de Cuba o el camino del mundo libre?”, preguntaba el entonces líder del Consejo Coordinador Empresarial al presidente López Mateos, cuyo gobierno abarcaba de manera creciente los espacios de la economía que correspondían al sector privado.
López Mateos corrigió el rumbo y don Juan Sánchez Navarro pasó a la historia como un gran líder de empresariado con sentido social en México.
Ya no hay dirigentes de organismos empresariales con el valor y la claridad del expresidente del Grupo Modelo. Las cúpulas del sector privado se doblan ante López Obrador, con lo que exhiben su dependencia de las rentas que les facilita la discrecionalidad del gobierno.
Germán Larrea, dueño de Ferrosur, igual que otros, se dobló de inicio ante López Obrador.
Como bien apuntó ayer Carlos Loret: “Frente a sus malas decisiones económicas (de AMLO), frente a sus desplantes autoritarios, (Germán Larrea) guardó respetuoso silencio y jugó a arreglarse con el Presidente en lo individual, en privado, en lo oscurito, apostando a que a él no le iba a tocar. Y le tocó”.
Aún sin dirigentes empresariales a la altura, es preciso replantear la pregunta de Sánchez Navarro porque los hechos nos gritan el peligroso camino tomado por el presidente de la República.
Con sus acciones, López Obrador nos lleva hacia un socialismo retrógrado, despótico y empobrecedor. Una élite de ricos que come de la mano del gobierno, y un amplio sector de la población cautiva de la generosidad del gobierno para vivir.
Disculpen la comparación, pero así es el socialismo bolivariano de Venezuela.
No es una socialdemocracia la que está en el horizonte hacia el cual nos dirigimos. Ni siquiera es un socialismo de corte pos-Mao, en que se da la bienvenida al sector privado, al desarrollo, a la educación y al avance científico, pero se conculcan libertades.
La ruta de México con López Obrador es hacia el socialismo basado en el odio al que no se somete a su pensamiento o a sus ocurrencias, al que tiene bienes, al que se educa y al que prospera.
En el primer trienio del gobierno hubo una línea de contención que se rompió con el acto expropiatorio. Lo del viernes fue una ocupación a mano armada del gobierno.
Desde la Presidencia de la República se alienta, de manera explícita, el acoso a los ministros de la Suprema Corte para doblegarlos y destruir ese poder equilibrador.
El secretario de Gobierno de un estado de la Federación paseó el ataúd de la presidenta de la Corte, frente al edificio de la SCJN, con el rostro de Norma Piña adentro, mientras su jefe, el gobernador, esparcía odio contra los ministros desde un templete.
Y el Presidente festejó esa manifestación y a su organizador.
De suma importancia fue lo expresado el lunes por el ministro Alberto Pérez Dayán: “Estamos convencidos de lo que hacemos. Nadie nos va a doblar. Nada nos va a doblar”. Así están las presiones para quebrar al máximo tribunal constitucional de la República.
En el mundo de las finanzas y de los negocios del exterior ya vieron la deriva mexicana, donde “se están cumpliendo los peores temores de sus críticos” (de AMLO, luego de la expropiación), señaló el diario más influyente en el sector, The Wall Street Journal, en un editorial institucional.
El rotativo neoyorquino advierte lo que las cúpulas empresariales de México callan: “Los riesgos para la democracia mexicana van más allá de los derechos de los inversionistas”.
La libertad de expresión está siendo anulada, a través de la presión a los dueños de los medios para que despidan a periodistas que ejercen la crítica.
El Presidente pide que los callen. Lo reveló él en una conferencia mañanera. Todos son corruptos menos La Jornada, dice AMLO e interviene en la vida interna de los medios de comunicación. Los quiere someter a través del boicot publicitario, la extorsión pública a sus propietarios y la presión sobre los anunciantes.
La ciudadanía se queda sin acceso a la información pública, como lo manda el artículo VI de la Constitución, por el nuevo decretazo que busca eludir el mandato de la Corte.
A los militares se les asignan funciones que corresponden a los civiles y a la empresa privada, con la obvia, evidente y exitosa intención de ponerlos en los negocios para corromper de manera selectiva a nuestros altos mandos militares.
La educación que se va a imponer desde el primer grado básico tiene una marcada orientación ideológica, en la que de manera explícita se inculca a los niños que los derechos individuales están supeditados al asambleísmo colectivista.
¿Dónde están, pues, los herederos de don Juan Sánchez Navarro?
Son los únicos que pueden parar, antes de las elecciones de 2024, la carrera hacia el socialismo que nulifica libertades, aplasta el Estado de derecho e impone el pensamiento único.
¿Ninguno de ellos le va a preguntar a López Obrador: por cuál camino, señor Presidente?