Leo Zuckermann
Golpe de Estado Técnico
Advertencia: la historia que a continuación se cuenta es como imagino piensa el presidente López Obrador sus delirantes paranoias tan falsas como ridículas.
La ministra presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación colocó su toga en el perchero de su oficina. De reojo vio el majestuoso cuadro del presidente Juárez y pensó: “Ay, mi querido Benito, ya estamos a punto de resolverlo todo”.
Norma Piña descolgó el teléfono y le solicitó a su secretaria que no le pasaran más llamadas. Se puso unos lentes oscuros y una gorra de beisbol que sacó de un cajón. Salió al pasillo donde se encuentran los retratos de los ministros que han pasado por la Suprema Corte y caminó. Volteó a ver que nadie la siguiera y, al comprobarlo, entró por una puerta a una sala de juntas vacía. En una de las paredes, abrió una pequeña puerta oculta por la sobria decoración. Bajó por unas escaleras y caminó en un túnel laberíntico que se iba iluminando conforme avanzaba la ministra. Finalmente llegó a una puerta de metal. Con su puño, tocó un par de veces, luego interrumpió cinco segundos y dio tres toquidos más.
El ministro Luis María Aguilar abrió la puerta. Piña entró a un cuarto mal iluminado que se encontraba en los sótanos del edificio del máximo tribunal del país a contra esquina del Zócalo capitalino. El entonces presidente de la Corte, Salvador Urbina, había mandado a construir este espacio como una especie de refugio antiaéreo en aquellas épocas de la Segunda Guerra Mundial. Ahora se usaba para mantener reuniones secretas de algunos ministros en un ambiente seguro sin la preocupación de un posible espionaje.
Además de Aguilar, se encontraba el ministro Laynez y la ministra Ríos Farjat. “Buenas noches, colegas”, saludó la presidenta a los asistentes removiéndose los lentes y la gorra. “¿Cómo vamos?”, preguntó.
Todos tomaron asiento en unas sillas de metal. Aguilar tomó la palabra. “Ya tenemos los ocho votos asegurados, Norma”, la tuteó. “¿Seguro?”, inquirió Piña. “Segurísimo. Salvo Yasmín, Loretta y Arturo, todos vamos juntos en esto. Ya es hora de parar a Andrés Manuel. Hay que neutralizar al Poder Ejecutivo. Desaparecerlo a punta de sentencias porque, si no, va a bajarnos nuestros sueldos. Me enfurece la idea que piense que nadie puede ganar más que él, que vive en un Palacio y el Estado le paga todos sus gastos. El Presidente ha resultado ser un populista de lo peor. Sí, un peligro para México. Hay que pararlo a como dé lugar y tenemos los votos para hacerlo con las acciones de inconstitucionalidad que resolveremos”.
“Muy bien, Luis María, muy bien”, afirmó Norma y le inquirió a Ríos Farjat, “¿Y cómo vamos con los jueces y magistrados?”.
Margarita tomó la palabra: “Hablé con todos los que me pediste. Los visité personalmente. Todo muy discreto. Sí van a jalar. Primero determinarán la suspensión temporal o definitiva de los amparos en contra del gobierno federal. Eso obligará a que detengan las obras. Luego les darán la razón a los quejosos. Si alguno de estos amparos nos llega a nosotros, tenemos los votos para sostenerlos. Todo planchado, Norma”.
“Excelente, Margarita, excelente”, se frotó las manos la presidenta de la Corte. “Y tú, Javier, ¿cómo quedó lo que te encargué?”
Laynez sonrió atusándose el bigote: “Me reuní con el tipo que dijiste de la Embajada de Estados Unidos. Eres una pícara, presidenta. Claramente es el jefe de la CIA en México. Le conté nuestro plan de cancelar al Poder Ejecutivo, de neutralizar a López Obrador en lo que queda de su sexenio. No entré en detalles, pero le encantó. Los gringos ya no aguantan al señor Presidente. Quieren anularlo. Que ya no pueda trabajar más. Están dispuestos a ayudarnos. Nos van a pasar información de mandos militares, empresarios, periodistas y dueños de medios de comunicación que nos ayudarán en caso que López Obrador se ponga rudo contra nosotros. Ellos nos defenderían. Además, nos van a dar los dólares que les pedimos para financiar toda la operación. Estamos listos, Norma, estamos listos para darle un Golpe de Estado Técnico al Presidente”, y lanzó una carcajada tenebrosa.
“Ah, me encanta la tenebra, como tu risa, Javier”, dijo Piña y agregó: “Entonces, adelante, llegó nuestra hora, la hora de los jueces, nos vamos a llenar de gloria. Por vez primera en la historia del país, el Judicial cancelará al Poder Ejecutivo y no al revés. Bien merecido se lo tiene Andrés. Ya estuvo bien de tanto insulto y agravio. Si nosotros también somos un Poder de la Unión. Así que adelante, señores, señora, con la Operación GET”.
Se abrazaron los cuatro. Era un momento histórico. El día que los jueces de México decidieron desaparecer al Presidente de la República.