Juan José Rodríguez Prats
“Mejorismo” y “empeorismo”
No seguirás a la mayoría para hacer el mal, tal es la enseñanza que ya en los comienzos (Éxodo 23:2) se da a los jueces que no traicionan su deber.
Gustavo Zagrebelsky
La clase política mexicana padece un vaciamiento de ideas. La conferencia mañanera del Presidente ha banalizado la deliberación pública, convirtiéndola en un escenario de farsa y manipulación. Sus disertaciones son insustanciales, pero tienen alta repercusión por la soberbia sonoridad de su megáfono.
Dentro de las muchas clasificaciones de los partidos se ha distinguido a los llamados oposición leal y los antisistema.
Los primeros acatan las leyes, aceptan participar en elecciones, forman grupos parlamentarios, hacen propuestas y en momentos difíciles, cuando el país está en crisis, dan preeminencia al interés nacional. Están conscientes de que el avance es paulatino, con base en reformas y de crear instituciones, así como de concientizar ciudadanos. Ésas fueron las ideas del PAN desde su fundación y Manuel Gómez Morín las sostuvo y defendió. Tesis también de Carlos Castillo Peraza: el PAN no pretendía arribar al poder cuando éste estuviera en ruinas. A esta posición ideológica se le denominó “mejorista” o bien, con palabras de los fundadores, “brega de eternidad”.
Los antisistema son subversivos del orden público, identifican a las normas jurídicas como burguesas. Nunca han logrado desechar la idea marxista de que la violencia es la real partera de los cambios y que no hay nada bueno que merezca ser preservado. Su lema es claro: a mayor deterioro del Estado de derecho y sus instituciones, mejores condiciones para concentrar el poder y, ya sin resistencia alguna, hacer cambios, aunque sin claridad sobre la consistencia de éstos. Un ejemplo es Morena, partido o movimiento en el poder. Son notorios los esfuerzos que ha emprendido en este propósito.
De las muchas barbaridades que ha dicho y hecho el titular del Poder Ejecutivo federal es difícil elegir cuál es la peor. Una de las finalistas en ese concurso es una de las más recientes en su fallido intento de someter a la Suprema Corte de Justicia de la Nación: “Ya perdimos a la Corte, siempre había estado alejada del pueblo…”. Un desatino enorme: si la SCJN siempre ha desempeñado ese papel, no hay nada qué rescatar. Es decir, no se pierde lo que no se tiene.
El actual gobierno ha propuesto a cuatro de los 11 ministros. Dos de ellos, con perfil idóneo para el cargo, se comportan con lo que en la vida judicial se denomina “obligada ingratitud”. El jurista Zagrebelsky la define así: “…el juez recién nombrado demuestra su independencia dando una opinión distinta a la esperada por el Presidente que lo había nombrado”. Las otras dos, identificadas por sus relaciones personales y con compromisos de otra índole, simplemente acatan la consigna. El mismo jurista expresa: “Todo puede resumirse en una frase: ser jueces, no transmisores”. Ellas son lo segundo.
Me ha dejado de angustiar un posible triunfo de Morena en 2024 por una sencilla razón. La amenaza de darle continuidad a la Cuarta Transformación es una baladronada demagógica. No se puede prolongar lo que no existe. La tarea del próximo gobierno consistirá en resistir, recuperar, recomponer, reconstruir y súmele algunas más. Me convence la definición de virtud política del politólogo James Q. Wilson: “Unos hábitos de actuación moderada, en concreto, actuar con la debida contención a los impulsos propios; la debida consideración por los derechos de los demás y la razonable preocupación por las consecuencias de largo plazo”.
Morena gobernará 22 estados y la Ciudad de México, aunque en la mayoría de ellos hay un gran malestar, lo cual dañaría su preferencia electoral. Es indispensable preservar congresos y partidos, no hay democracia sin esas instituciones. Darles credibilidad, reposicionarlas con autoridad moral, con capacidad de toda índole y algunas cualidades más debe ser la prioridad. Al final, ya se ha confirmado que el “mejorismo” sí funciona.