Yuriria Sierra
Ellos
Último día de registro, y éste fue de pasarela en Morena rumbo a su proceso interno: “Entonces no es que estén renunciando por ineficientes, al contrario, están renunciando porque son los mejores dirigentes de nuestro movimiento y son los que pueden llevar a buen puerto esta embarcación, este barco que ya tiene rumbo…”, expresó Andrés Manuel López Obrador en su conferencia matutina. Finalmente, la caravana de renuncias de quienes van a contender por la candidatura de su movimiento fue la nota de estos días. Ellos y ella, más la suma de los que eventualmente dará a conocer y que van por otros cargos, no precisamente el puesto en el Ejecutivo. Pero ayer fue día de ellos, los rivales de Claudia Sheinbaum en este proceso.
Marcelo Ebrard. A él nadie puede regatearle su trabajo en la Cancillería, su conocimiento y estrategia frente a conflictos que mucho tensaron la relación de México y EUA, por ejemplo. Él y su equipo comandaron negociaciones altamente inflamables con personajes explosivos como Donald Trump. Ebrard supo llevar a buen puerto diferendos como los provocados en relación con el T-MEC. Supo sortear pirueta y media para cumplir con los deseos (y tareas) de López Obrador, un presidente que poca importancia da a la política internacional. Ebrard mantuvo a México como un actor relevante en la esfera internacional. Hizo de nuestro país uno de los primeros destinos de las vacunas contra covid-19. Y, previo al inicio del proceso interno de Morena que inicia este lunes, tuvo el arrojo de buscar su democratización y dar un paso adelante. Aunque hoy pesa sobre él el comportamiento de su porra, ésa que llegó al Consejo Nacional, incumpliendo así un pacto que él mismo había aceptado.
Adán Augusto López. El exsecretario de Gobernación aprovechó su llegada a las grandes ligas de la política cotidiana, lo que asegura reflector constante. Hasta que tengamos números de las encuestas de Morena sabremos qué tanto logró aprovechar esa exposición, por lo pronto, supo cómo obtener el respeto y respaldo de Palacio Nacional, al convertirse en la pieza clave para que intereses del Presidente llegaran a la mesa de discusión, aunque éstos no precisamente llegaron a un buen final: López Hernández cabildeó iniciativas como la transferencia de la GN a la Sedena, el plan B electoral y hasta metió mano en la compra-venta de Banamex. Hizo de esas batallas sus banderas, le hizo ese enorme trabajo al Presidente y eso le valió su lugar en este proceso morenista.
Ricardo Monreal. Al exlíder de Morena en el Senado le otorgan un lugar como corcholata para recompensar su trabajo como el principal negociador del movimiento de la 4T en el Legislativo. Viejo lobo de mar y conocedor del Estado mexicano, que tiene la virtud y el valor de contradecir a Andrés Manuel López Obrador cuando es necesario. Que supo reconocer cuando su influencia comenzó a perder peso, pero que viró tal vez para perseguir el que siempre ha sido su sueño: ser jefe de Gobierno de la CDMX, él sabe que para llegar ahí, deberá cumplir con su papel dentro de un proceso para el que también peleó.
Gerardo Fernández Noroña. Viejo aliado de López Obrador, le dice “compañero presidente”, aunque, tras ser ignorado en varias ocasiones, se ganó su lugar este proceso luego de que, por primera vez en décadas, osó ponerse al brinco a las órdenes de quien habita Palacio Nacional. No cesó en identificarse como corcholata e incluso habló fuerte de los errores cometidos por Morena y el partido que lo puso como legislador, el PT, en la elección de Coahuila. Ese arrojo le da un lugar y, seguramente, una recompensa como figura relevante en la próxima administración.
Manuel Velasco. Seamos sensatos, él está aquí para garantizar la permanencia del Partido Verde dentro de la alianza con Morena y el PT (que hace lo mismo con Fernández Noroña), aunque él con un pasado menos relacionado a la 4T, más bien uno donde se aprecia que su grupo político ha sabido colocarse en las alianzas que le aseguran su permanencia.