Vianey Esquinca
El año de Hidalgo
El Presidente no sólo adelantó los tiempos electorales al obligar a sus corcholatas a realizar campañas adelantadas, sino que además abrió la caja de Pandora con graves consecuencias. No sólo están socavando las instituciones y leyes electorales, sino que incluso todos los funcionarios ya se pusieron en modo candidatura, dejando sus responsabilidades oficiales en el sótano. Asimismo, otra de las implicaciones más peligrosas es que también se anticipó el año de Hidalgo.
Antes, este infame momento se daba, en el último año de gobierno cuando cualquier funcionario, gobernador o presidente buscaba sacar provecho de todos los recursos públicos y beneficiarse o favorecerse a sí mismo, su familia, amigos y colaboradores dejando las arcas completamente vacías.
El año de Hidalgo, “chingue a su madre el que deje algo”, se convirtió en una costumbre de la política mexicana que no ha sido erradicada y que les pasa a gobiernos de todos los partidos políticos, incluyendo a los morenistas que aseguraban que eran diferentes.
Tal vez el amable lector reconocerá algunas de estas clásicas conductas: se reencarpetan calles que no llevaban ni un año de haber sido remozadas, se construyen monumentos completamente inútiles, como la Estela de Luz, mejor conocida como la Suavicrema en la Ciudad de México; se entregan millonarios contratos a empresas que no tienen la más mínima experiencia o son de reciente creación, entre otras.
Cada vez se han ido sofisticando más los esquemas de corrupción. Lo fue la llamada Estafa Maestra y lo es la red que el periódico The Guardian expuso en el gobierno del Estado de México a sólo unos meses que salga Alfredo del Mazo Maza y que alcanzaría los cinco mil millones de pesos.
Otro ejemplo de ello es lo que está sucediendo en el gobierno de Cuauhtémoc Blanco, en Morelos. En la primera semana de junio, el adoquín de la Plaza de Armas General Emiliano Zapata se levantó y se registró una aparente fractura en el suelo. Lo que para cualquier hubiera representado un problema, para el gobierno del exfutbolista representó una oportunidad de obtener dinero fácil y fresco.
Aun sin ningún dictamen que señale qué pasó, la secretaria de Administración del gobierno estatal, Sandra Anaya, estimó, así, a ojo de buen cubero, que el costo de la obra podría representar alrededor de 50 millones de pesos, dinero que tendría que autorizar el Congreso.
Incluso, ya iniciaron algunos trabajos en total opacidad, porque nadie ha podido explicar qué pasó, quién hará la obra y cuánto durará. No importa que el Congreso haya dicho que no le autorizaría esa irracional cantidad o que empresarios restauranteros y hoteleros del centro de Cuernavaca se hayan manifestado en contra del inicio de los trabajos, sin que antes se sepa que sucedió; no, dinero es dinero y las elecciones cuestan mucho.
Eso sí, para cubrirse la espalda el (todavía) gobernador ha dicho que interpondrá una denuncia ante la Fiscalía Especializada en Combate a la Corrupción contra su antecesor Graco Ramírez, porque en 2015 rehabilitó la iconica plaza con una inversión de… 50 millones de pesos. Qué bueno que lo haga, pero eso no le da licencia para buscar embolsarse unos millones de pesos.
Blanco no va a ser recordado por ninguna obra, proyecto de transporte, acción a favor del medio ambiente o algún programa social, aun así, él ya se vio compitiendo por un puesto de elección popular en la Ciudad de México.
Adelantar los tiempos ha sido perjudicial para el país en todos los sentidos. Esto, sin embargo, no le importó a Andrés Manuel López Obrador, pues, en su cruzada de garantizar que Morena siga en el poder, va recto, no se quita y si le pegan, se desquita.