Néstor J. Hurtado Vera.
A unos cuantos meses de que comience el proceso electoral que renovará la Presidencia de la República y con ello el mandato de Andrés Manuel López Obrador llegue a su fin, la sociedad comienza a darse cuenta que son más las fallas que los aciertos y, sobre todo, que, aunque se regale dinero a diestra y siniestra, esto no es suficiente para poder salvar a México de la terrible pobreza y de la desigualdad.
Al principio, con los ajustes presupuestarios, en donde se anunciaba la creación de una pensión universal, así como de becas a todos los estudiantes, entre otros programas llamados “prioritarios”, la mayoría de los mexicanos celebraron estas medidas, ya que, en efecto, nuestro país históricamente desde su fundación ha vivido una desagradable inequidad en los ingresos de sus habitantes.
Durante los primeros años hubo euforia, los subsecuentes siguen siendo aprovechados por los aspirantes a cada uno de los programas sociales de la 4T, hoy a casi 5 años del triunfo histórico de López Obrador, cuando dichos beneficios se dan sin importar la clase social, es decir, si se tiene 65 años, no importa si eres rico o pobre, tu pago bimestral con cargo al erario llegará -y esto ha prendido focos de alarma sociales de que algo no anda bien-, lo que se resume en lo siguiente.
Las grietas del oficialismo comienzan a notarse, la gente comprendió principalmente dos ejes; el primero es que quedó claro que no se buscaba erradicar la pobreza, sino mantener el poder en base a asistencialismo, ya que hoy en día si una persona que se “muere de hambre”, pero tiene 64 años, no puede acceder a ningún beneficio, mientras que cualquier adinerado de 65 años cumplidos puede acceder a la “generosidad” del hombre de Macuspana.
Además de que todo aparenta ser meramente una estrategia electoral, hay algo que ya no se puede ocultar y es que los mismos beneficiarios de la mayoría de los programas comienzan a razonar que, aunque reciban cantidades importantes de dinero, de nada sirve cuando en los hospitales les piden llevar sus propios medicamentos o pagar de manera privada sus estudios. Ahora si como decimos coloquialmente, salió más caro el caldo que las albóndigas.
Si analiza, son pocos los estados del norte del país que apoyan en las gubernaturas al partido presidencial, además de que no les gusta que les regalen las cosas, comienza a notarse la corriente de pensamiento de que, al seguir así, regalando el dinero sin atender a las causas, acabaremos muy mal.
Considero que, aunque comienzan a notarse las grietas de López Obrador, aún alcanzarán a ganar el siguiente periodo presidencial, pero sin duda al siguiente presidente o presidenta, debemos exigirle no descuide los hospitales, la infraestructura, las inversiones, las carreteras, la seguridad, entre otros valiosos temas, para sacrificarlos a cambio de regalar dinero con disfraz de programas sociales que su único afán es ganar elecciones.