CIUDAD DE MÉXICO.- Ya estaba escrito. Me dispuse a empacar para ir a descubrir las maravillas de ese desierto único en el mundo, tanto por sus características geográficas, como por su biodiversidad.
Después del trayecto carretero de unas cuantas horas desde Monterrey, finalmente divisé una colina con una imponente estatua en la cima de Venustiano Carranza, primer presidente constitucionalista de México. Parece vigilar impávido la llegada de cada visitante al lugar que lo vio nacer allá por mediados del siglo XIX.
A un costado se levanta el icónico monte de la localidad de Cuatro Ciénegas de Carranza, el Cerro del Muerto, por su silueta que define la imagen perfilada de un cadáver boca arriba. A través de las calles del tranquilo Pueblo Mágico fundado en 1800 y donde existieron asentamientos de las etnias originarias N’dees apaches, tobosos, cuauiltecas y borrados.
Fósiles vivientes que dan vida
A unos ocho kilómetros del pueblo de Cuatro Ciénegas encontramos peces, tortugas y reptiles que conservan su fisonomía desde hace millones de años, siendo su presencia de tal importancia que hoy forman parte de esta Área Natural Protegida, estudiada actualmente por científicos de todo el mundo, interesados en conocer los antecedentes de la flora y fauna de la región y sus fenómenos ecológicos.
La Poza Azul es testimonio de ese pasado aún desconocido y del que ya no se tiene memoria. En ella conviven los grandiosos y frágiles estromatolitos, formaciones de bacterias que han sobrevivido por millones de años y datan de antes de la formación de los continentes. De ahí que su presencia permitió la creación de oxígeno y evidencia la forma de vida más antigua sobre la faz terrestre.
La coloración de sus aguas, que va del azul marino al turquesa translúcido, se debe a esos microorganismos, por su alto contenido de minerales en contacto con residuos volcánicos.
Tal y como hicieron sus antecesores en la era Precámbrica, la primera y más larga etapa de la historia del planeta, sobreviven en un ambiente que carece de suficientes nutrientes y que casi es imposible encontrar en otros sitios.
Un mar de dunas de yeso
Como si se tratara de un lecho marino de suaves y blanquísimas arenas, saltan a la vista las dunas de yeso, también a unos pocos kilómetros de distancia del poblado.
Me quedé atónito al ver sus dimensiones. El entorno es testigo de la existencia, hace millones de años, del mar de Tetis, que dejó como rastro cristales hidratados de sulfato de calcio, mejor conocido como yeso puro. Me descalcé para sentir la inesperada frescura de esa blanca y resplandeciente textura que, más bien, pareciera harina. A pesar de la alta temperatura, jamás se sobrecalienta como la arena marina.
Aquí también se produce adrenalina
El Valle de Cuatro Ciénegas es el humedal más importante del desierto coahuilense. A nivel global está clasificado entre los sitios RAMSAR, y también se incluye dentro de las Regiones Prioritarias para la Conservación, elaboradas por el Fondo Mundial para la Naturaleza.
Su orografía, bordeada por las sierras La Madera y La Fragua, le confiere entrada a cañones y senderos, estrechos montañosos como el Puerto de la Virgen y El Cañón, donde se viven experiencias algo extremas, como el senderismo de montaña, el descenso a rapel y el cruce por una vía ferrata. Recomiendo hacer estas actividades muy temprano, casi después del amanecer, para evitar la insolación y la alta temperatura durante la época veraniega.