Vianey Esquinca
Defendiendo lo indefendible
Una máxima de la comunicación es evitar defender lo indefendible, aquello donde la evidencia sea tan fuerte que una defensa sea incapaz de sostenerse, esos casos en los que la verdad demuestre que interceder por una persona o institución se convierte en sinónimo de complicidad porque sólo así se entendería poner en riesgo la credibilidad.
Sin embargo, esto no aplica con el presidente Andrés Manuel López Obrador. El mandatario se ha convertido en un paladín de las causas perdidas, un defensor de lo injustificable, un cómplice de las vergüenzas de su gobierno. Prefiere aferrarse antes de reconocer que se equivocó. Lo hace al amparo que le da su popularidad entre sus seguidores; desde su mañanera decide quién merece el perdón, el olvido, el castigo, la indiferencia, la indulgencia o la defensa.
Esta semana se convirtió en una oda a esa forma de defender lo que, en otros momentos, no tendría salvación o justificación. El 27 de julio, por ejemplo, apoyó al impresentable mandatario de Morelos Cuauhtémoc Blanco. Lo hizo casualmente el mismo día que el periodista Héctor de Mauleón reveló que la famosa foto de enero de 2022 cuando el exjugador aparecía con Raymundo Castro Salgado, conocido como El Ray, líder del Cártel Jalisco Nueva Generación en ese estado, más otros dos criminales; había sido en medio de una comida, en donde Blanco negoció protección del narco al municipio de Yautepec.
Pero ese hecho es uno más que se suma a su desastrosa administración. Los habitantes de Morelos claman por seguridad, han visto cómo se ha deteriorado su calidad de vida a la sombra de un incapaz. Aun así, el Presidente dijo que se estaba avanzando en esa entidad, que Blanco era mejor gobernador que Graco Ramírez y que estaba haciendo bien las cosas por lo que lo iban a seguir apoyando. Bofetada a los morelenses.
No fue la única defensa de la semana. El Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (GIEI), el alto comisionado de Naciones Unidas y organizaciones de derechos humanos señalaron que las Fuerzas Armadas fueron las que detuvieron las investigaciones del GIEI sobre Ayotzinapa. El Presidente, por supuesto, señaló que todo era parte de una campaña en contra del Ejército de México sin fundamento. “Es una campaña para socavar, para debilitar a las Fuerzas Armadas… Que han estado las Fuerzas Armadas ayudando, cooperando para que se haga justicia”. Culpó hasta la ONU de actuar de manera sectaria, parcial, tendenciosa.
Y si no fuera suficiente también salió a defender a Pemex debido a que las agencias Fitch Ratings y Moody’s bajaron la calificación de la empresa del Estado debido a la debilidad operativa y financiera de la petrolera. Como era de esperarse, en esta ocasión, el tabasqueño arremetió contra las calificadoras: “No pasa nada. Aquí se tiene que tomar en cuenta, en el caso de Pemex, que la deuda de Pemex ha bajado y eso lo podemos probar”. Y sí, seguramente irá el director de Pemex a explicar haciendo malabares para disfrazar los números.
López Obrador es el Presidente de no pasa nada. Cuando se trata de defender no importa contra quien vaya, si es con organizaciones sociales o académicas de prestigio, la misma ONU o el Fondo Monetario Internacional si el caso lo amerita. Todos están equivocados, todos están en contra de él y de su gobierno, de su transformación y de su verdad.
Defender lo indefendible ha sido el sello de la casa: el Ejército, a Pemex, a funcionarios como Manuel Bartlett o al fiscal Alejandro Gertz Manero, a gobernadores como Blanco o el de Veracruz, Cuitláhuac García, sólo por citar algunos casos.