Raúl Contreras Bustamante
Desigualdad en el ingreso
La historia de la humanidad enseña que la mujer ha sido a lo largo de los tiempos el grupo social más vulnerado y discriminado. Sólo hasta que se establecieron los derechos sociales en las Constituciones del mundo y las mujeres pudieron ingresar a estudiar, comenzaron a conquistar sus derechos.
Nuestra Carta Magna —a partir del 31 de diciembre de 1974— reconoció en su artículo 4º, la igualdad jurídica entre el hombre y la mujer, con lo cual se estableció la obligación del Estado mexicano de garantizar dicha igualdad en el trabajo, la educación o en la participación política, por citar algunos aspectos.
Es cierto que en pocas décadas se han alcanzado efectos positivos debido al desenvolvimiento de la mujer en cada vez más áreas productivas y del conocimiento, lo que modificó su rol de madres y administradoras del hogar, para ser ahora también profesionistas y parte activa en la generación de recursos y sustento familiar.
En el Diccionario Jurídico de la Facultad de Derecho, Porfirio Marquet define a la “igualdad en el derecho del trabajo”, como aquella que tienen todas las personas que aspiran o prestan un trabajo personal subordinado, a ser tratados de la misma forma, sin sufrir ninguna discriminación motivada por origen étnico o nacional, género, edad, discapacidades, condición social o de salud, religión, preferencias sexuales, estado civil o cualquier otra que atente contra la dignidad humana.
Esto viene al caso, porque hace unos días el Inegi presentó la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares 2022, que ofrece un panorama estadístico sobre montos, procedencia y distribución. Los resultados indican que el promedio de ingreso corriente trimestral de los hogares fue de 63 mil 695 pesos; y la principal fuente de esos ingresos es el trabajo, que representa el 65.7% de los ingresos totales.
La encuesta dice que los tres principales rubros de gasto son: en primer lugar, los alimentos, bebidas y tabaco que consumen 37.7% de los ingresos; en segundo lugar, el transporte y comunicaciones, 19.3%; y en tercer lugar, la educación y esparcimiento, con 9.8 por ciento.
Un dato muy preocupante es que en este rubro relativo a educación y esparcimiento, las familias en 2016 destinaban 12.4% de los ingresos, es decir, 2.6% más de lo que ahora gastan en 2022.
En relación con el género, el ingreso promedio trimestral de los hombres fue de poco más de 29 mil pesos y el de las mujeres de poco más de 19 mil pesos, es decir, una brecha salarial de más de 10 mil pesos al trimestre.
Tratándose de ingresos por nivel de escolaridad, se presentaron cifras preocupantes: mientras que un hombre con máximo de primaria completa ganó en 2022 un promedio trimestral de 17 mil pesos, una mujer con los mismos estudios percibió poco menos de 10 mil pesos. Por otra parte, en el mismo año, un hombre con posgrado completo o incompleto ganó un promedio trimestral de más de 106 mil pesos, mientras que una mujer en la misma situación poco más de 75 mil pesos.
Lo anterior es revelador y evidencia la discriminación hacia las mujeres, a pesar de contar con la misma preparación académica; y los efectos adversos transcienden y lastiman al resto de los miembros de su familia.
Con todo lo antes aquí expresado, queda de manifiesto la persistencia de una desigualdad material real de las mujeres en el trabajo, que menoscaba sus derechos y libertades como personas. Lo cual debe seguirse combatiendo en aras de alcanzar una justicia social plena.
Como Corolario las palabras de Thomas Hobbes: “De la igualdad de habilidades surge la igualdad de esperanzas en el logro de nuestros fines”.