Yuriria Sierra
Otra vez Guerrero
Otra vez Guerrero. Otra vez parece haber sido cubierto por el manto de violencia en las últimas semanas. El estado, que alguna vez fue conocido por su belleza natural y su legado histórico, ahora se encuentra en el ojo de una tormenta de inseguridad y agitación. Los datos duros revelan una realidad alarmante que exige atención y acción inmediata.
En lo que va del año, el estado de Guerrero ha registrado un incremento del 30% en los homicidios en comparación con el mismo periodo del año pasado. Estas cifras ponen de manifiesto una tendencia preocupante que va más allá de una mera fluctuación estadística.
Pero el horror no se limita a los líderes políticos. Los ciudadanos comunes también están sufriendo las consecuencias de esta espiral de violencia. Las extorsiones, secuestros y desapariciones se han convertido en una realidad cotidiana para muchos guerrerenses. Según datos oficiales, el número de secuestros y extorsiones se ha elevado de manera alarmante. Y no son sólo cifras: es el reflejo de las vidas rotas y las familias destrozadas por el crimen.
En medio de las aguas agitadísimas que inundan el estado de Guerrero, la figura de la gobernadora Evelyn Salgado ha estado ausente, más notable por sus omisiones que por su presencia o sus acciones. El clima de violencia exacerbado que azota al estado en las últimas semanas ha dejado al descubierto la necesidad de liderazgo y acción concretos, en un momento en que la seguridad y el bienestar de los guerrerenses penden de un hilo.
Los datos duros hablan por sí mismos. Las estadísticas de homicidios, secuestros y extorsiones han alcanzado niveles alarmantes, haciendo eco de una realidad que parece fuera de control. En un estado donde la violencia es una sombra constante, la falta de respuesta efectiva por parte de las autoridades es una traición a la confianza depositada en ellas.
Pero, más allá de la inacción gubernamental, la trama se complica aún más con los inquietantes episodios que rodean a la gobernadora Salgado. El atentado contra su prima, Zulma Carvajal, precandidata a la presidencia municipal de Iguala Guerrero, quien responsabilizó al alcalde de Iguala, no sólo del atentado, sino de la muerte de su esposo. Otra vez Iguala, otra vez la vulnerabilidad de los ciudadanos. Otra vez el clima de terror.
Todo ello junto a los rumores y la suspicacia que rodean los encuentros entre la alcaldesa de Chilpancingo y un presunto narcotraficante sólo añaden leña al fuego de la desconfianza. La complicidad implícita, si no explícita, entre las esferas del poder y el crimen organizado como telón de fondo. El mensaje para la población sigue siendo el mismo: el estado de Guerrero sigue siendo dominado por fuerzas muy oscuras que operan a su antojo.
La incapacidad de las fuerzas de seguridad para contener esta oleada de violencia ha dejado a la población con un sentimiento de desesperanza y desconfianza en las instituciones encargadas de protegerlos. La infiltración del crimen organizado en diversas esferas de la sociedad y las instituciones ha creado un ambiente en el que la justicia parece inalcanzable.
La violencia exacerbada en Guerrero es un grito de auxilio que no puede ser ignorado. Es hora de que las autoridades demuestren que están a la altura del desafío, que están dispuestas a romper los lazos de complicidad y a trabajar incansablemente por la seguridad y el bienestar de todos los guerrerenses. El tiempo apremia y la historia juzgará la respuesta que se dé (o que se omita).