Vianey Esquinca
Destapacaños
El proceso detrás de las elecciones presidenciales está sirviendo para que toda la suciedad en los partidos políticos se revuelva y emerja a la superficie, dejando al descubierto todo lo que hay en las cañerías partidistas.
Los ambiciosos vulgares, los esquiroles y traidores se han ido quitando las máscaras; las ovejas están mostrando su piel de lobo y empiezan a enseñar los colmillos para demostrar que la lealtad o sumisión quedaron atrás.
Esto sólo es el comienzo. Esta descomposición llegará a su límite cuando algunos políticos, legisladores o funcionarios renuncien a sus partidos porque no les dieron la posibilidad de contender por un puesto de elección popular, acusen a sus correligionarios de traición o se quiten las máscaras y demuestren que el cargo sí es más importante que cualquier otra cosa. El hueso es el hueso y hay mucho interés en conservarlo o conseguirlo a toda costa.
En Morena, por ejemplo, se demostró que la ansiada unidad en torno al Presidente es tan frágil como los resultados de una encuesta patito. Aunque Marcelo Ebrard le quitó a Ricardo Monreal su papel de enfant terrible, en Palacio Nacional no se confían del exsenador zacatecano, pues ha demostrado que puede ser un dolor de cabeza cuando no le cumplen. Tienen demasiados alacranes en casa peleando por conseguir un puesto.
Del otro lado de la mesa, se encuentra el Frente Amplio por México, donde si bien Xóchitl Gálvez y Beatriz Paredes han mostrado respeto entre ellas, en las redes sociales los seguidores de una y de otra se están dando hasta con la cubeta. La declinación del panista Santiago Creel y el apoyo del PRD a la hidalguense, sirvió para que se calentaran las cosas. Habrá que ver si en la primera semana de septiembre, cuando se elija a la abanderada de la oposición, la civilidad se mantiene o, como ya es costumbre, haya conflicto y pataleo.
En el centro de la contienda se encuentra Movimiento Ciudadano. El papel que ha jugado este partido ha sido no sólo polémico, sino además esclarecedor, pues Dante Delgado ha mostrado que el discurso de oposición que enarbola depende del estado de ánimo e interés de su dirigente.
Hasta el momento, la posición de Delgado ha sido suficiente para que la opinión pública considere que le está haciendo el caldo gordo al Presidente, ya que mientras se está conformando un bloque que le haga frente al autoritarismo de la 4T, el partido naranja está deshojando la margarita.
Pero, ¿qué pasa con Dante Delgado? Nada diferente a lo que sucede con los dirigentes o líderes partidistas: está aprovechándose de las circunstancias. A nadie engaña Delgado hablando de autonomía, pues cualquiera sabe que no aliarse con la oposición es hacerle el caldo gordo a Morena.
Delgado es pragmático, no le importa ni la presión mediática ni la social, ha construido un partido redituable, ganando estados tan relevantes como Nuevo León o Jalisco, lo suficiente para hacerse del rogar. No importa que no tenga ni el apoyo ni el consenso al interior de su partido, lo que importa es que tiene una presencia en el país que le permite negociar y vender caro su apoyo.
Movimiento Ciudadano y su dirigente han demostrado que no es una cuestión de principios, sino de ver qué pueden conseguir para posicionarse. Quien le garantice al MC y su dirigente posiciones, dinero, proyección e impunidad, ganará su corazón, sea de izquierda, derecha o quimera. Como el PVEM y el PT, MC es un partido que ha demostrado su absoluta lealtad a la cómoda supervivencia.
Esto apenas es el inicio de un proceso que servirá de destapacaños, donde la inmundicia política —aunque suene a pleonasmo— será la protagonista.