La venezolana Sulimar Verasti de 22 años de edad, reconoce que le da miedo viajar en tren, pero el amor por su bebé es más grande
Fabiola Sánchez
LA PRENSA
¡Es hora de partir!, la máquina del tren suena y Deavainy se estremece, comienza a llorar; a su corta edad, la pequeña de tan solo 1 año sabe que es momento de abordar la “bestia”, y continuar su viaje, Sulimar su madre es una joven venezolana quien viaja junto a un contingente masivo de migrantes en busca del sueño americano.
Esta es una historia más que han relatado los migrantes que han pasado por la Región Centro de Coahuila.
Sulimar Verasti de 22 años de edad, de origen venezolana, viaja con su bebé en brazos y reveló que pese al temor que le tiene al tren, la obligación de proteger a su hija la ha mantenido fuerte.
Fue el pasado lunes por la tarde, junto al segundo contingente de migrantes que quedó varado por horas en los patios de Ferromex, donde entre ellos se ubicaba a esta madre de familia, quien justo al momento de interceptarla circulaba una máquina de ferrocarril y sorprendente fue la reacción de su pequeña hija.
Deavainy, conoce a la perfección el ruido de la máquina y al escucharlo se estremeció y soltó un fuerte llanto, abrazando con fuerza a su madre.
La madre venezolana, dio a conocer que salió de su país el pasado 6 de septiembre y tiene como propósito al igual que el resto de los miles de migrantes llegar a la ciudad fronteriza y buscar refugio en Estados Unidos.
Manifestó que, decidió arriesgarse junto a su hija, con la finalidad de buscar una mejor calidad de vida, sin imaginar el sufrimiento y dolor que les esperaba al aventurarse al salir de su país.
Expuso que, les ha tocado pasar hambre, sed, dolor, cansancio, frio y tolerar todo el mal trato que han recibido por parte de las autoridades, sin contar el riesgo al que se han enfrentado para evitar ser aseguradas por las autoridades migratorias.
Reveló que México ha sido el país más complicado, donde han sufrido abuso por las autoridades federales y lamentablemente se les ha impedido el libre tránsito, lo que la ha obligado a arriesgar su vida abordando el tren.
“Sin tan solo nos permitirán abordar un bus, nadie de nosotros estaríamos aquí arriesgándonos y mucho menos quienes traemos en brazos una bebé, es mucho el miedo que tengo, pero tengo que se fuerte por mi hija”.
Confesó que, ella pudo constatar el miedo que tiene su hija al escuchar el silbato de la máquina, la hace estremecer y llorar imparablemente, por lo que ella tiene que buscar una estrategia para entretenerla y evitar su pequeña se encierre en ese ruido de las ruedas de acero y el silbato de la máquina.
“Solo el abrazo muy fuerte cuando nos vamos a subir al tren y cuando el tren pita, trato de cantarle para que ella olvide ese ruido, me da mucho miedo que por protegerla a ella, caigamos las dos, pero gracias a Dios las personas nos ayudan a subir”.