POR: ANTONIO ZAMORA
En una fiesta de una escuela de niños con capacidades especiales, el padre de uno de ellos pronunció emotivo discurso que nunca será olvidado…
Después de felicitar a la escuela y a todos los que trabajan en ella, este padre hizo el siguiente razonamiento, dos puntos y aparte:
-«Cuando no hay agentes externos que interfieran con la naturaleza, el orden natural de las cosas alcanza la perfección»…
-Pero mi hijo, Herbert, no puede aprender como otros niños lo hacen. -No puede entender las cosas como otros niños. ¿Dónde está el orden natural de las cosas en mi hijo?
La audiencia quedó impactada por la pregunta.
‘Yo creo que cuando un niño como Herbert, física y mentalmente discapacitado, viene al mundo, una oportunidad de ver la naturaleza humana se presenta, y se manifiesta en la forma en la que otras personas lo tratan’…
Contó que un día caminaba con su hijo y éste le preguntó: -‘¿Papá, tú crees que me dejen jugar esos niños?’
A la mayoría no les gustaría que alguien como él jugara en su equipo, pero el papá entendió que, si le permitían, le darían un sentido de pertenencia pese a sus habilidades especiales…
El padre se acercó a uno de los jugadores y le preguntó (sin esperar mucho) si Herbert podría jugar…
El niño miró alrededor por alguien que lo aconsejara y le dijo: Estamos perdiendo por seis carreras y el juego está en la octava entrada…
Supongo que puede unirse a nuestro equipo, trataremos de ponerlo al bat en la novena entrada’…
Herbert se desplazó con dificultad hasta la banca y con una amplia sonrisa, se puso la camiseta del equipo y su padre lo contemplaba con lágrimas en los ojos…
Mientras se sentaba entre el grupo de los que esperaban su posibilidad de jugar, su padre lo contemplaba…
Los otros chicos notaron algo muy evidente: la felicidad del papá cuando su hijo fue aceptado…
Al final de la octava entrada, el equipo de Herbert logró anotar algunas carreras, pero aún estaban detrás en el marcador por tres…
Al inicio de la novena, Herbert se puso un guante y jugó en el jardín derecho. No le llegó ninguna pelota, estaba extasiado solo por estar en el campo, sonriendo de oreja a oreja mientras su padre lo animaba desde la gradería…
Ahora con dos ‘outs’ y las bases llenas la carrera para obtener el triunfo era una posibilidad y Herbert era el siguiente en batear…
Con esta oportunidad, ¿dejarían a Herbert batear y renunciar a la posibilidad de ganar el juego?
Todos sabían que un solo ‘hit’ era imposible porque Herbert no sabía ni como agarrar el bate correctamente, mucho menos pegarle a la bola…
Mientras se paraba a batear, el pitcher, reconoció que el otro equipo estaba dispuesto a perder para brindarle un gran momento en su vida…
El primer tiro llegó y Herbert abanicó y falló. El pitcher de nuevo se adelantó unos pasos para tirar la bola suavemente hacia el home…
Esta vez Herbert golpeó la bola suavemente que cayó frente al pitcher. El juego podría haber terminado. El lanzador podría haber tirado a primera…
Herbert hubiera quedado fuera y habría sido el final del juego. Pero, el pitcher tiró la bola muy alto sobre la cabeza del primera…
Los espectadores en las graderías y los jugadores de ambos equipos empezaron a gritar ‘Herbert corre, llegó a segunda y lo animaron hasta tercera…
Los corredores adelante de él hicieron un círculo alrededor del ‘home’ y al llegar, el niño
se paró en la base con sus brazos en alto, rebosando felicidad…
Giró la cabeza mirando a su padre… mientras (cosa extraña) los jugadores de ambos equipos lo vitoreaban y abrazaban como el héroe que bateó el ‘grand slam’…
‘Ese día’, dijo el padre con lágrimas bajando por su rostro, ‘los niños de ambos equipos se confabularon dándole a este mundo una muestra de verdadero amor y humanismo’…
Herbert, murió ese invierno…
NOS LEEMOS MAÑANA…