Tres indigentes refugiados temporalmente en Protección Civil, comparten sus duras vivencias en medio del abandono, alimentados con desperdicios arrojados en la basura y soportando las bajas temperaturas
Alberto Rojas Carrizales
LA PRENSA
Durante el día se sumergen en depósitos de basura hurgando entre desperdicios muchas veces echados a perder para paliar el hambre, finalmente al cerrar sus maratónicas jornadas de ocio, duermen, donde cae la noche cobijándose con hules y cartones, aun así, indigentes y vagabundos procuran ser felices para olvidar pasajes crueles donde su familia los echó a la calle.
Ante el descenso de la temperatura, Protección Civil recorrió la ciudad para detectar menesterosos en riesgo en su salud, a las 10:00 horas una tercia ya se preparaba para desayunar en el albergue después de ser auxiliados en distintos sectores, ellos sueñan con retornar con su familia, y otros a trabajar en los oficios que tenían, uno de ellos presume ser –guardaespaldas-
La soledad de Gamaliel Martínez Escobedo, frecuentemente es rota por algún perro callejero que meneando la cola lo acompaña en busca de desperdicios o atraer la ayuda de algún buen samaritano. -Vivo solo en la calle, me vale, tengo 62 años de edad, tengo un hijo solamente que vive en la colonia Héroes del 47- agrega el mendigo.
“Pero no me quiere, tengo que pedir en la calle, hay gente que buen corazón que nos regala algo, duermo donde cae la noche, entonces ahí mero, ahorita no hallaba ni para dónde ganar con lluvia y frío, ya le pedía a Dios que mejor me llevara y hasta con dolor de cabeza-
¿Por qué no busca un empleo? – se le pregunta, ante lo cual responde intentando justificarse que en todos lados piden papelería, la cual él no tiene, la extravió, por lo que no tiene otra carta en la mano más que intentar sobrevivir de la caridad pública y de desperdicios en contenedores.
Señaló que fue auxiliado cuando oculto entre unos cuartos abandonados de la colonia El Pueblo, por la Alameda intentaba protegerse del frío, -Pero al parecer alguien hizo el reporte y llegaron los del municipio a invitarme a ver aquí- agrega. Confiesa que siente nostalgia al recordar a familiares que viven en Monterrey.
Joaquín Ruiz Barrón, de 31 años de edad, con huellas de mucho tiempo sin aseo, sin zapatos, es un vagabundo que asegura que pronto buscará empleo, pero considera que debe ser de chofer porque es muy bueno para conducir, o de guardaespaldas porque además es buen gatillero. -Trabajaba en la compañía Kurita en Monterrey, pero por alguna razón salí, ahora nadie me quiere ayudar, no me gusta la vagancia, ni vivir así, pero no tengo quien me ayude- agrega Joaquín, en tanto Jorge Roberto asegura que sufría intenso frío a temprana hora de ayer cuando fue invitado por Protección Civil al albergue. Cuando suba la temperatura, otra vez a la calle, con un peregrinar en busca de agua, desperdicios o ayuda de gente de buen corazón, como ellos los definen