Al hacer operaciones matemáticas, la administración detecta que el dinero no alcanza, aun así a diario hay 100 platos bendecidos con alimentos
Alberto Rojas Carrizales
LA PRENSA
Fundada hace 33 años por el párroco Pedro Pantoja para ejercer el apostolado hospedando y alimentando gratuitamente a personas que sufren precaria economía y algún familiar internado en el IMSS, la Casa del Peregrino ha crujido como las ramas porque la administración al hacer operaciones matemáticas con papel y lápiz detecta que el dinero no alcanza.
Pero al igual que en el pasaje bíblico de la multiplicación de panes y peces por Jesucristo, no han faltado diariamente los 100 platos bendecidos con alimentos, el refugio es administrado por un patronato y la comunidad católica.
María Belén Méndez, sufre cáncer, vive en colonia Praderas del Sur, y periódicamente acude al comedor ubicado frente al área de Urgencias del IMSS después de ingresar al hospital para ser revisada del control de la enfermedad, la cual afortunadamente, asegura, detuvo su avance. “Cuando recibí el diagnóstico, me desconcerté, toda sacada de onda, pero agradezco a Dios que voy bien, jamás perdí la fe, acudo a comer aquí, cuando asisto al hospital para revisión médica”, dice.
Roberto Aguirre, también es local, sin embargo, al comedor público asisten personas provenientes de Nava, Nueva Rosita, Sabinas, Cuatro Ciénegas, Ocampo, Allende, entre otras localidades, que tienen algún familiar encamado en el Hospital General de Zona.
En la Casa del Peregrino hay 30 camas, el pasaporte para el alojamiento es la credencial de electoral y demostrar que tiene enfermos internados en la clínica, en 1990 fue fundada por el párroco Pedro Pantoja Arreola.
En la Casa del Peregrino a nadie se niega comida, pero el alojamiento es exclusivamente para quienes tienen familiares encamados en la Clínica 7, no es raro ver probando bocado a personas que en el día intentan convencer a peatones y automovilistas que les compren golosinas o regalen una moneda a cambio de una pirueta o sonrisa.
Ahí son anfitriones de toda gente con necesidad alimentaria, tengan o no dinero, algunos dejan cooperación voluntaria de 10 o 15 pesos por un abundante platillo que en céntricos restaurantes cuesta al menos 100 pesos. El aroma de exquisitos sazón, se aloja en el sentido del olfato desde media calle, reactivando el apetito de transeúntes que deambulan por la calle Jalapa y Guatemala.
La administradora del organismo filántropo Guadalupe Franco Torres, explica que además de alojamiento y alimentación, los párrocos llevan oración, comunión y unción a los enfermos, “en la planta alta hay 24 camas y 4 abajo”.
Explica que la fuente de financiamiento es venta de platillos, bingo anual, sorteos, donativos, pero cuando se le pregunta si no han enfrentado dificultades para continuar con la labor humanitaria y cristiana, respondió que no tanto como un riesgo de cierre, pero sí con complicadas dificultades por escasez de recursos y múltiples gastos.
-A veces llega la familia completa de hasta 10 personas para ver a sus enfermos, entonces es difícil, lo que hacemos es sugerir que sean dos o tres cuando mucho, para dar oportunidad a más necesitados- añade Guadalupe quien destacó que la presidenta del patronato es Rosa Ibarra Valdés.
“Se requieren desinfectantes cloro, detergentes, higiénicos y productos de limpieza, pagos de servicios de agua, electricidad, internet, gas, ingredientes para los alimentos, además el salario de cuatro trabajadoras, gracias a Dios nunca se ha presentado el riesgo de cierre, pero sí ha estado bastante difícil la situación”, puntualiza.
El personal de la Casa del Peregrino observa que hay una escalada de personas incluyendo jóvenes que acuden a comer, ahí se elaboran entre 90 y 100 platillos que son abastecidos a los comensales en las tres comidas diarias. En ese refugio ciertamente los panes y peces se multiplican diariamente, todos completan pese al escaso presupuesto.