Para recordar al viejo amigo y compañero, hoy publicamos un artículo de la mano de José Manuel Luna Lastra (QEPD)
Con los fierros viejos utilizados para construir la planta base de Altos Hornos de México, llegaron a Monclova una gran cantidad de personajes que resultaban extraños en estas latitudes; extraños por su fisonomía, desde luego, pero también por su modo de hablar, de vestir y sobre todo por sus costumbres que resultaban escandalosas, comparadas con las morigeradas de nuestra gente. La mayoría de ellos provenía de los Estados Unidos, pero también los había canadienses como Cecyl Foulds, o ingleses como James Rose. Este grupo estaba formado por los técnicos que habrían de participar en la construcción de AHMSA y fueron traídos con el fin de adiestrar al personal mexicano que con el tiempo sería el encargado de operar el extraño equipo que se recibía. Algunos eran jóvenes pero otros no tanto. Los maduros casi siempre llegaron acompañados por su familia. Hubo quienes vinieron por poco tiempo, pero otros pasaron el resto de sus vidas en este lugar, al encontrar una joven monclovense que los cautivó lo suficiente como para formar con ella una familia.
Los cincuentones eran por lo regular serios y de pocas palabras, dados un poco a la bebida y se caracterizaban por no socializar mucho con los mexicanos. Los más jóvenes eran fiesteros y fueron los que pusieron de moda los «parties» que fonéticamente sonaba como «pores». Por el motivo más insignificante armaban uno de estos «parties» en los que se dedicaban a bailar «booggie booggie» y a tomar las famosas «cubas libres» que se habían popularizado en tiempos de la Segunda Guerra Mundial y que eran degustadas al igual por hombres y mujeres. Los norteamericanos, de costumbres más relajadas que los mexicanos, veían muy natural el hecho de bailar con la pareja de otro. Para los mexicanos de temperamento más sanguíneo , esto resultaba intolerable y no pocos pleitos se suscitaron por este motivo o motivos similares como el hecho de que le besaran a su mujer.
La comida básica mexicana como el arroz, los frijoles, las tortillas, las verduras más comunes, pronto fue adoptada por los norteamericanos, pero aquí no conseguían embutidos, variedades de conservas o vinos importados. Sin embargo don Jesús Barrera, comerciante y agricultor muy apreciado en la comunidad, pronto subsanó estas necesidades, abasteciendo su tienda con todos esos artículos que conseguía en Monterrey o en Eagle Pass, Texas. En un natural afán de imitación, los monclovenses principiaron a adoptar estas costumbres y algunas otras como la relacionada con la manera de vestir. En Monclova núnca se había visto a una mujer usando «shorts» o «slaks» en público, hasta que llegaron las americanas y los pusieron de moda.
Como decía, esta gente trajo consigo su música y bailaban el «swing» con todos sus derivados, mismos que pronto fueron haciéndose populares en la población. Con esta comunidad de inmigrantes, también llegaron los niños de todos tamaños, así que tuvo que crearse una escuela donde pudieran ellos cursar sus estudios y de esta manera surgió el Colegio México Americano en el que había maestras que les podían hablar en su idioma. Entre estos niños que ahora deben ser ochentones (si es que todavía viven), recuerdo a Jerry Beemish, Tomy Lankes, Dany y Lyle Weifembach, Tom y Boby Lash, Ralph y Boby Watson, Andy Mackert y varios más. Había también jovencitas como Lucille Dodds que causaba sensación entre los jóvenes y no tan jóvenes de la localidad. Ella llegó con sus padres Preston y Laura Dodds.
Definitivamente Monclova cambió con esta transculturación que recibió intensivamente en la década de los cuarentas y todavía en la de los cincuentas. Las Casas Tipo, o colonia La Loma como también era conocida, en un principio casi fue ocupada en su totalidad por familias norteamericanas. Recuerdo al señor Leon Ehrman con su esposa Mary. El señor Ehrman junto con el Ing. Ernesto Beyer, fueron quienes supervisaron la construcción del Alto Horno No.1 hasta su encendido. Fue un gran aficionado al box y patrocinó algunos prospectos locales. Su esposa a veces viajaba a los Estados Unidos y en esas ocasiones el señor invitaba a sus amigos y.. «amigas» a su casa situada por entonces en la Calle Hinojosa, casa que tenía una alberca. Uno de esos días de soledad, decidió hacer una fiestecita y como solía suceder, las bebidas alcohólicas se sirvieron generosamente al grado de que aquello se tornó en una borrachera generalizada y poco a poco todos se quedaron dormidos; al paso de unas horas, una de las «damas» tuvo necesidad de desaguar los líquidos ingeridos por lo que se levantó y se fue caminando, con tan mala suerte que cayó en la alberca ahogándose sin que nadie se diera cuenta. El señor Ehrman ya no volvió a hacer fiestas.
En La Loma vivieron también el señor Raymond Beemish, su esposa Ada y sus hijos Jerry y Timothy. Ellos fueron vecinos nuestros y excelentes personas. Los muchachos fueron compañeros de juegos y de aventuras y con ellos compartí infinidad de experiencias. Una madrugada tocaron fuertemente la puerta de nuestra casa y mi padre la abrió para encontrarse a la señora Beemish, presa de un llanto incontrolable y en medio de los sollozos le contó a papá que su marido había sufrido un accidente en el trabajo y le pedía que por favor la acompañara al hospital donde lo estaban atendiendo. Lo que encontró papá fue muy triste, pues resulta que el señor había sufrido la amputación de una mano en una de las tijeras de la laminadora donde trabajaba. Sin embargo el señor Beemish se recuperó y continuó trabajando hasta que completó su misión en AHMSA.
(a continuarse la próxima semana)
José M. Luna Lastra, 4 febrero 2021
~
Contribución de la obra de José Manuel Luna Lastra (QEPD), promovida por parte de sus amigos socios Arqueosaurios ~ Arnoldo Bermea Balderas, Juan Latapi O., Francisco Rocha Garza, Luis Alfonso Valdés Blackaller, Oscar Valdés Martin del Campo, Willem Veltman, y Ramón Williamson Bosque.
Envíanos sus comentarios y/o preguntas a: [email protected]