Por Reforma
La Prensa
La candidata presidencial opositora firmó con sangre un compromiso: no eliminará los programas sociales instrumentados en este sexenio. Más aún, los incrementará. Habrá más pensionados adultos mayores, más becas para jóvenes, más apoyos a madres, solteras o casadas, más apoyos a los campesinos. Habrá más para todos.
La candidata presidencial del partido del gobierno en el arranque de su campaña desgranó en el Zócalo sus 100 compromisos. El evento del 1 de marzo pasado, por su formato y el discurso pronunciado, asemejó al que López Obrador encabezó el 1 de diciembre de 2018, día en que tomó protesta como Presidente de México. Lugar especial en el exhaustivo y extenuante listado merecen los programas sociales, y dentro de ellos la promesa de reducir la edad para la pensión de adulto mayor a 60 años y, desde luego, ampliar la cobertura y beneficiarios de los demás programas sociales instrumentados en el sexenio que está por concluir.
Según las cuentas oficiales, 24 millones de personas reciben hoy en día algún beneficio de programas sociales del gobierno federal. El presupuesto federal asignado a programas sociales en este año es de casi un billón de pesos. Para alcanzar ese monto, se ha reducido de manera significativa el crecimiento de los recursos para la educación, salud, vivienda y dotación de servicios básicos a la población.
El balance de la política social de este gobierno es que el número de personas en pobreza sigue siendo muy elevado (47 millones en 2022), aunque el número de personas beneficiarias de programas sociales se incrementó de manera exponencial. Los servicios públicos de educación y salud se encuentran en la peor situación en décadas, mientras que la infraestructura del país es insuficiente u obsoleta y carece de mantenimiento. La inversión pública se concentró de 2019 a 2024 en las mega obras ordenadas por el Presidente de México, destacadamente los trenes del sureste, el Transístmico y el Maya, la refinería de Dos Bocas y el Aeropuerto Felipe Ángeles.
Entre los economistas hay consenso en que el Presidente López Obrador heredará, a quien lo suceda, unas finanzas públicas en situación precaria. El déficit fiscal de este año será el más elevado desde la crisis de 1994. Lo que llaman “boquete fiscal” se acrecienta por el pago del servicio y los vencimientos de capital de la deuda de Pemex, a los que hay que agregar los pasivos con proveedores. Una cifra ilustra el tamaño del problema: entre 2019 y 2023 los apoyos fiscales a la petrolera estatal sumaron 95 mil millones de dólares, equivalente al 86% de sus pasivos bancarios.
La situación de las finanzas públicas hará casi imposible incrementar en 2025 los recursos para programas sociales. Hacerlo sería a costa del mayor deterioro de los servicios básicos y de otros rubros. Pero como en esta campaña la competencia es por ver quién da más, resignémonos a escuchar la catarata de promesas incumplibles, no solo de las candidatas y candidato presidencial, sino de los que compiten por las 8 gubernaturas y la Jefatura de Gobierno de la CDMX, como Clara Brugada, que promete otorgar, a partir de los 57 y hasta los 60 años, media pensión universal, además de compartir la promesa de reducir de 65 a 60 años la edad para la pensión completa. Faltan las promesas de los candidatos a Presidentes Municipales y para las Alcaldías en la CDMX.
Los encuestadores sostienen que existe una relación directa entre el perfil de los beneficiarios de programas sociales y el de los votantes por Morena. Pruebas de esa relación se encuentran en las elecciones federales y locales de 2019 a 2023 y en el ejercicio de revocación de mandato de 2022. Que las oposiciones prometan mantener los programas sociales difícilmente influirá en el voto de los beneficiarios de esos programas. Tampoco parece tener efecto alguno en quienes no reciben dinero del gobierno.
Si alguna conducta cabe sugerir a las oposiciones y a sus candidatos, frente a los electores beneficiarios de programas sociales, es la que puso en práctica el hoy Presidente de México en sus 3 campañas, en las que aconsejaba: “Toma lo que te den, y vota por quien quieras”.
En pocas palabras, aunque Xóchitl Gálvez se pinche el dedo y con su sangre firme cada día que no eliminará los programas sociales, el voto duro de Morena no cambiará. El voto opositor está en otra parte.
Posdata: 30 años después, México sigue “con hambre y con sed de justicia”. (Luis Donaldo Colosio Murrieta. 6 de marzo 1994)