Siempre he creído en Dios; y hasta hace algunos meses he comprendido plenamente lo dulce que es estar en sus manos… ¿y qué pasa cuando algo va mal o sucede algún evento trágico?
Resulta que hace un par de días me encontraba examinando un caso en una asesoría; una dama, muy distinguida, por cierto, de aquellas que llamamos “Damas de Acero”. Me relataba con tranquilidad y elocuencia su difícil situación laboral, como las muchas que se viven en nuestra ciudad.
De aquel caso surgieron algunos detalles qué llamaron mi atención. La dama mencionó un proceso judicial que aún no había culminado sobre una declaración de ausencia de su esposo que también era trabajador de la misma empresa; siguiendo mi curiosidad como abogado insistí en saber más… Así que la dama prosiguió…
Haciendo un paréntesis, creo que Dios actúa en las demás personas, para mandar un mensaje. Aquella dama me relato a detalle y con gran entereza cómo un grupo de personas desalmadas le habían arrebatado a su esposo y a sus tres hijos; su vida cambió de un día a otro. Los detalles por respeto a ella y a ustedes, los tendré que reservar, sin embargo, lo que sentí esa tarde al verla a los ojos mientras relataba su testimonio, me golpeó el alma de una forma tan violenta como un huracán golpea la costa.
A través de sus palabras, Dios me estaba susurrando al oído. En ese momento reflexione que el dolor y los problemas que en ocasiones se presentan en nuestras vidas, encuentran su matiz a partir de la forma en la que son recibidos por nosotros mismos, siempre habrá una dificultad más grande que otra, siempre habrá una persona que se encuentre viviendo una situación más dolorosa o delicada que la nuestra, por ello, es incuestionable que nada podrá compararse, hasta que no conozcamos todas estas historias. En mi caso, nada se compara, en lo más mínimo, al dolor y al sufrimiento que sienten las personas que pasan por momentos así de terribles.
La dama seguía relatando cómo tomó su lugar en la vida, como esposa y madre; y como afrontó la situación, como su fortaleza en Dios la saco adelante para seguir su camino, siendo fuerte logró conservar su dignidad al grado de dar con los responsables, y mientras se encargaba de solucionar la cuestión legal y administrativa de su esposo, remendaba el daño puntada a puntada a través de la aceptación y de seguir adelante para cerrar el ciclo.
“Es un honor tenerla aquí en mi oficina, no sé qué decir, jamás he vivido una situación tan dolorosa como la que usted vivió, mis palabras se escucharían vacías, pues es imposible dimensionar tal suceso por más que nuestra empatía accione, sin embargo, se encuentra aquí, elegante, regia y con un temple de acero, afrontando una situación que no se asemeja a la vivida con anterioridad, y que para muchos de nosotros es o fue algo muy duro”, platicamos por unos instantes más y culminó la conversación… Al despedirse me quedé pasmado y recordé lo que yo consideraba “el peor día de mi vida” el que, comparado con esta trágica reseña, con todo respeto, parece un cuento de hadas, o un día de campo.
Cada uno de nosotros tenemos en nuestros recuerdos días que nos marcan, éste día me marcó por completo, ya que ella llegó a decirme que no soy el único en esta tierra que se le presentan dificultades y que por más que considere estas dificultades como problemas, siempre serán oportunidades para salir adelante y aprender a vivir con ellas, tomados de la mano del creador.
Cómo comunidad también podemos llegar a padecer muchas dificultades trágicas como sucedió con el virus Covid-19 que tanto dañó a nuestra sociedad, así también pudiéramos dimensionar el caso que se vive en nuestra ciudad de Monclova y, no obstante, parecieran qué estas dificultades se hacen pequeñas cuando escuchamos testimonios como el qué les acabo de compartir. Cuando en nuestro México la violencia sigue creciendo y en algunos países del mundo existen guerras y el planeta cambia de clima desenfrenadamente.
En las manos de Dios estamos, porque de ellas venimos. Así nosotros podemos resurgir ante cualquier adversidad que frente a nuestros ojos pudieran manifestarse como una desgracia y que ante los ojos de Dios siempre serán una oportunidad para renovarnos y seguir adelante con nuestra vida.
Cuando podamos comprender esta grandeza, tendremos la virtud de gozar la vida a su máximo esplendor.
¡Que tengan un feliz Domingo!
