Transcripción (con errores ortográficos de origen) por Willem Veltman,
basado en una carta mecanografiada en el Archivo Municipal de Monclova
Venustiano Carranza es un ejido localizado en la región sur-oeste del estado de Coahuila, constituido en la antigua Hacienda de Santa Ana de Hornos; es la segunda población más antigua de la Comarca Lagunera de Coahuila después de Parras. La misión de Santa Ana de Hornos fue fundada en 1598 por el jesuita español Fray Juan Agustín de Espinoza. Tras la expulsión de los jesuitas en 1767 la misión fue adquirida por la familia Zuloaga. A Leonardo Zuloaga se le deben los restos de la hacienda que hasta el día de hoy persisten; en 1811 se detuvieron en Santa Ana de Hornos los insurgentes prisioneros encabezados por Miguel Hidalgo e Ignacio Allende, que tras su aprehensión en Acatita de Baján se dirigían a su juicio en Chihuahua. Tras la independencia de México la hacienda siguió en manos de la familia Zuloaga, hasta el año de 1867; hacia finales del siglo XIX en Santa Ana de Hornos se estableció una importante fábrica de locomotoras y tranvías, aprovechando el amplio desarrollo de los ferrocarriles durante el gobierno de Porfirio Díaz; sin embargo, declinó definitivamente tras la Revolución, y la fábrica cerró en 1924, por razones políticas.
Cuentan las malas voces que, en marzo del 1811, con la llegada inminente de los insurgentes, la familia propietaria de la hacienda se vio en la necesidad de esconder sus riquezas, las cuales en años posteriores jamás fueron recuperadas. De ahí nació la leyenda del tesoro escondido en la Hacienda de Hornos. Muchos lo han buscado, sin éxito hasta la fecha. He aquí la transcripción de la carta enviada por uno de los arrieros a su hijo Esteban ….
= = = = = En nombre de Dios Todo Poderoso y de la Virgen María, digo que aunque he sido ingrato a los beneficios de Dios, soy cristiano y he de morir, por lo cual he de decir, que estando en mi entero conocimiento, a mi hijo Esteban Díaz y a mi esposa Anacleta Flores, se dieron cuenta que en el año de 1811, el día 2 de marzo, fui llamado para la Hacienda de Hornos por el padre Fray Manuel Anselmo de la Rivera y Delgado y el padre Fray Ramón de la Loza y el Padre Fray Francisco Múzquiz, que en dicha Hacienda vivían. Habiendo llegado el 24 de marzo y citado y sin poderme excusar, salimos el 26 de marzo de 1811, de la Hacienda de Hornos a la punta de la sierra, que conocemos por Las Burras, con tres atajos de 75 mulas cargadas con $5,000.00 cada una, más tres atajos de mulas, 18 cargadas con la misma cantidad de $1,000.00 pesos, cada una.
La primera jornada la hicimos a Las Burras, la segunda a San José, la tercera a Las Tobas, la cuarta a La Boca, la quinta a Las Boquillas de la Risa, la 7ª a Los Puertecitos de las Bocas, 8ª a Las Lomas de San Carlos, 9ª a La Tinaja, aquí perdimos cuatro días. Salimos el 8 de abril de 1811, y nos quedamos en La Pastora, donde se apresuró la marcha, porque ya se avistaban los polvos de los insurgentes, en la Hacienda de San Lorenzo, pasamos por el puerto de San Antonio y el de Treviño, y entramos por el de Ramón que está más cerca a la punta de la Sierra de la Paila, hasta llegar a la Cueva del Encanto, que está al pié del serro, que se conoce por el Corazón del Toro, al centro donde el sol se mete se encuentra la cueva teniendo la puerta al Este, o sea donde el sol sale y al sur corre y despunta el arroyo que conduce de la mesa a la puerta de la cueva quedando a la orilla un risco grande en una orilla del arroyo. En abril 11 de 1811, depositamos en dicha cueva tres trincheras de tercios, bien arpillados con sinchos de fierro, quemando en cada trinchera una calavera que consiguieron los padres, quedando en el arroyo un coche que se quebró, ésto pasó ese día y la noche, hasta que la sed nos hizo salir, por el lado izquierdo de la Sierra de la Paila, quedando ya señas más capaces y conocidas como el Picacho del Corazón del Toro que está al frente del rancho llamado Sauceda todos los arrieros creímos que en este punto donde vimos agua podríamos habernos vuelto, pero esto no fue más que dar principio a la huída hacía Monclova, y de allí para Boston, Estados Unidos, sobre el río Misisipi donde me quedé por enfermedad. El día 17 de agosto de 1811 salieron los padres y los demás arrieros con las mulas y se fueron para Nueva Orleáns.
En ese punto permanecí hasta que sané y ahi fue donde saqué este escrito de este tesoro que ocultamos. Estando yo en Boston trabajando encontré un joven de Cuatro Cienegas, Coah., que se llama José María Salinas y que era hijo de uno de los arrieros, que híbamos en la expedición y me dijo que su padre lo había encontrado en Nuevo Orleans donde él estaba trabajando y que lo habían abandonado los padres y que ellos habían vendido los animales y ellos se habían embarcado sin saber para donde, en el año de 1817, fue cuando se encontraron ellos dos y en ese año regresaron para México haber si podían sacar el dinero, pués somos los únicos que sabíamos dónde fue enterrado, pues los demás arrieros se quedaron en Estados Unidos, y no regresó ninguno, esto pasó cuando la guerra de Elizondo, pues estoy seguro y juro ante Dios que todo este tesoro existe en la cueva, pues de los que fuimos a enterrarlo nadie ha vuelto, ni creo serían capaces de dar con él, pues yo si doy con él porque conosco toda la sierra por haberme criado en esos lugares, y que es un desierto. Esteban Dias, te dejo este derrotero escrito para que hagas lo posible por sacarlo para que sea tu felicidad. (Firma) Tu padre Esteban Dias. = =
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Por: Willem Veltman & Arnoldo Bermea, con apoyo de socios Arqueosaurios A.C. (1997) ~ Luis Alonso Armendáriz Otzuka, Juan Latapi O., Francisco Rocha Garza, Luis Alfonso Valdés Blackaller, Oscar Valdés Martin del Campo, y Ramón Williamson Bosque.
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