Héctor Garza Mtz
Corría el año de 1999, unos meses antes de la llegada del nuevo milenio, era entretiempo, yo cursaba el primer semestre de mi carrera de derecho en San Nicolás de los Garza N.L; era un viernes por la tarde cuando me percaté que traía escasos siete pesos para todo el fin de semana, apenas para llegar al punto donde pediría raid, los que me leen y estudiaron fuera, sabrán lo difícil que es y era ser estudiante foráneo, y que en aquellos años pedíamos raid en el bordo de “Los Cavazitos” a las afueras de Escobedo, Nuevo León, para regresar a Monclova, otros en “El Almirante” otros más en el “Indio” o “El Caballo” allá por el sur en la Capital del Sarape. Recuerdo ver mi mano y contar el dinero dos o tres veces, apretar el puño y decirme a mi mismo… “dale compadre allá vemos qué onda, si te quedas aquí el fin de semana sin lana, no la vamos a pasar bien”
Pasaron tres horas desde que me bajé del camión y camine al bordo de “Los Cavazitos”, y ya era muy tarde, oscurecía y nadie me daba raid… ya cuando pensaba que nadie iba a levantarme, se paró un carro, un inolvidable Cutlass guinda, y una persona muy amable me ofreció el tan esperado aventón. La desconfianza no fue más fuerte que la necesidad y me subí al auto, el cual lucia impecable; la persona al volante venia solo, un caballero distinguido me dijo que no me molestara por identificarme, y me invitó a pasar con prisa.
Ya de camino se presentó, me preguntó que a qué me dedicaba, le dije, ¡Estudiante de derecho de primer semestre! Me comentó que era abogado, que también en sus tiempos pidió raid en Saltillo, estudiante de la Honorable Facultad de Jurisprudencia y que había sido Juez Mixto (Civil y Penal) aquí en Monclovita la bella, y que cuando veia estudiantes pidiendo raid en la carretera, los llevaba para ayudar a que regresaran a casa con bien. En ese momento llegamos a Hidalgo, Nuevo León, precisamente a aquella gasolinera tan famosa por sus golosinas, y cosas americanas, y me dijo toma lo que quieras, yo invito, yo en tu caso tendría mucha hambre, no te hagas del rogar… y en efecto así fue… no me hice del rogar, después de traer siete pesos en la bolsa, ya no traía ni la pena de decir que no.
Ya de camino, y con la panza llena, me dijo: “Nunca renuncies a tus sueños, tienes que terminar tu carrera, por ti, por tus papas y por la gente que puedas ayudar en el ejercicio del derecho” fue muy insistente, “Ahorita estamos abajo pero con constancia y con la fe bien puesta en Dios, siempre saldremos adelante, te espera un buen futuro, solo acaba la escuela, saca tu cédula, y si alguna vez necesitas ayuda, búscame”… me dejó en la puerta de mi casa, y se marchó. No soy muy bueno para los nombres así que al poco tiempo olvidé el nombre del Abogado, pero no el gran detalle de haberme sacado de aquella situación tan apremiante, de aquel hambre agudo que me agujeraba el estómago, y de aquel consejo de no renunciar a mis sueños, fue una de las experiencias más importantes que he tenido en toda mi vida.
Paso el tiempo, y de vez en cuando me acordaba de aquel caballero, pero ya no lo volví a ver, ya en el ejercicio de mi profesión buscaba en los pasillos de los juzgados a aquella persona que me decía, “No renuncies a tus sueños”, en ese entonces creía que ya había alcanzado el sueño de ser un buen abogado y, tenía que darle las gracias, pero nunca tuve éxito, jamás lo vi en los juzgados…
Un día llegando al INE a renovar mi credencial, alguien me abrió la puerta muy amable y me dió un turno, me pareció conocido, pero no podría recordar quien era, obviamente él no me iba a reconocer, uno ya maduro, con escasa cabellera y más regordete, era difícil que me reconocieran … Entonces, me arme de valor y le lance la pregunta… ¿Disculpe? ¿Usted poseía un Cutlass guinda hace algunos años atrás? Y con una mirada de añoranza, me contestó “No”…creo que era rojo”.
Así, confirme que él era el abogado, y comencé a recordar con él aquel esa noche de trayecto, confieso que tardó mucho en acordarse… en eso me llamaron al cubículo para iniciar el trámite del INE y al regresar ya había salido, prometí regresar para preguntarle su nombre y para darle las gracias por aquella atención que para mi significó una parte muy importante mi vida, pues siempre he recordado ese consejo “Nunca abandones tus sueños”. Volví, y no me supieron dar información, jamás volví a saber nada de aquel hombre.
Licenciado, si usted está leyendo esta columna, sepa que he seguido su consejo día con día, y que aparte, no he olvidado mis principios y lo que me llevo a hacer de mi trabajo algo grandioso, y me gustaría agradecerle en persona todo lo que ese aventón significó para un servidor; así, también darle las gracias por que a través de esta anécdota, regreso a mis orígenes. Cada que recuerdo esa aventura de los siete pesos, recordar que tuve hambre y alguien me dio de comer, no tiene precio, son bendiciones que Dios nos da, este es mi número 8662075181, espero poder recibir su mensaje”.
La vida te lleva por caminos que jamás podremos comprender, aparecen ángeles que te van guiando en el camino, con nuestras acciones tocamos a la gente que nos rodea y a quienes nos vamos encontrando, tanto para bien como para mal, somos faros en la obscuridad. Cada vez qué pasó por Hidalgo, Nuevo León, por aquella gasolinera que ha de albergar muchas historias como esta, me llena de nostalgia que hubo una vez un abogado que se apiadó de un estudiante de su misma profesión, que hoy lo recuerda con cariño, por que pudo haberme dejado con el dedo levantado y en lugar de eso fue parte de una historia de éxito. Gracias Abogado “N”, se que al leer esta columna sabrás a quien auxiliaste cuando más lo necesitaba. Si alguien recuerda a este abogado a través de las señas que les he dado a conocer, no duden en hacerme llegar su nombre.¡Muchas gracias!
Feliz domingo, hasta pronto!
