Por: Juan Latapi O.
En Monclova son pocas las familias que han dejado testimonio de su historia mediante algún escrito. De esas historias, unas de las más interesantes del Monclova de antaño son las anécdotas que dejó Teódulo Flores González, hermano de Raúl “Canelo” Flores González, y que desafortunadamente permanecen inéditas aún. Aquí se reproduce un fragmento:
Don Octaviano González Garza era mi abuelo materno, quien aparte de dedicarse a la docencia, era jefe de correos de la ciudad. En 1889 se había casado con mi abuela Cecilia Teresa Flores Cárdenas (nacida 1872 en Monclova). Un día, a inicios del siglo XX, llegó el alcalde a informarle que tenía ahí en la Presidencia Municipal a un muchacho aventurero desorientado que había llegado, sin saber dónde se encontraba, manifestando que era europeo y después de haber recorrido varias partes de América, llegando a México se le habían extraviado sus papeles. Al alcalde se le ocurrió que donde podía estar bien era en la casa de mi abuelo mientras se le obtenían sus documentos para despacharlo de regreso a Europa.
Mi abuelo aceptó de inmediato y cuando se lo llevaron notó que era un muchacho de buena educación, alto, rubio y bien parecido –tendría unos diecisiete años. Aquel joven en compañía de mis tíos la pasó en grande en Monclova, bañándose y pescando en aquel río de aguas templadas y cristalinas donde había peces de muchas variedades, tortugas, tejones y armadillos en las orillas, aves acuáticas locales y migratorias todo el año, gran cantidad de pájaros de muchas variedades, las boscosas sierras alrededor de la población, los frutales de incontables variedades y las grandes nogaleras por toda la ciudad. Aquello le encantó al muchacho.
Se le arreglaron sus documentos, pero aquel muchacho no daba trazas de querer partir y mi abuelo le decía: “Tienes tus papeles arreglados y puedes irte ya, cómo estarán tus padres de preocupados, tan angustiados y tanto tiempo de no saber de ti”. “¡No don Octaviano, no me corra, adópteme, yo le ayudo en cualquier trabajo, sé escribir bien y hacer cuentas y lo que sea! Nunca conocí un lugar más bello que Monclova, ni siquiera en Europa”.
Mi abuelo había notado que provenía de Viena, Austria. “No, hijo, nosotros también te hemos llegado a querer mucho, pero no nos perteneces, me duele mucho, pero tienes que marcharte a tu país”. Ya tenía siete meses de estar en este lugar, en la casa de mi abuelo, gozándola en grande con los hijos de mi abuelo. Así, se llegó el día de su partida y aquello fue una lloradera de mis tíos y él, mi abuelo no dejó de escapar algunas lágrimas y mi abuela seria y adusta, tristísima por dentro.
Pasó un mes y medio, y una mañana mi abuelo recibió una carta perfumada y de fino papel. Aquella misiva era conmovedora y de una letra caligráfica que rayaba en el preciosismo donde una dama le daba las gracias por haber tenido en su casa a su hijo y venía acompañada de otra de aquel muchacho. Ella era princesa, hermana de la emperatriz Carlota y él, su hijo: príncipe de Austria. El muchacho reiteraba: “¡Nunca hallaré ni creo encontrar un lugar más bello que aquella ciudad, ni la gente más noble y educada! Espero algún día ir de nuevo.” Lamentablemente, se atravesó la Revolución.
Cierta o no, esta anécdota narrada por Teódulo refleja la nostalgia que siempre lo caracterizó cuando recordaba aquel Monclova que desapareció para dar lugar a un emporio industrial que ahora está punto de sucumbir.
~
Por: Juan Latapi O., con apoyo de socios Arqueosaurios A.C. (1997) ~ Luis Alonso Armendáriz Otzuka, Arnoldo Bermea Balderas, Francisco Rocha Garza, Luis Alfonso Valdés Blackaller, Oscar Valdés Martin del Campo, Willem Veltman, y Ramón Williamson Bosque.Envíanos sus comentarios y/o preguntas a: [email protected]