El 9 de septiembre de 2007, un camión cargado con explosivos estalló en el poblado, dejando decenas de muertos y heridos; hoy, la memoria de ese fatídico día sigue viva en los habitantes
Alberto Rojas Carrizales
LA PRENSA
Empezaba a oscurecer el 9 de septiembre de 2007, la noche se alistaba para tender su manto cuando el ejido Celemania fue cimbrado por un potente estruendo, la explosión de 25 toneladas de nitrato de amonio hizo que la zona se convirtiera en una franquicia del infierno.
A 17 años de la catástrofe, aún se debate la cifra real de muertes, pero ningún sobreviviente obtendrá amnesia de esos episodios indelebles, autoridades de la época dijeron que 32 fallecidos dejó la hecatombe, pero los lugareños estiman muchos más.
No menos de 60 cuerpos sin vida en la carretera, y añadían que a simple vista habían detectado cerca de 150 heridos incluyendo mutilados, el resto con dificultades auditivas o en la vista, la zona parecía un campo bélico intensamente bombardeado por tropas enemigas en un diámetro de kilómetro y medio.
Los sobrevivientes aún con la etiqueta en el cuerpo de los daños provocados por la violenta onda calorífica, quisieran amnesia para borrar los episodios, exorcizarlos, eso no sucederá jamás, ellos dicen que la mayoría murió al instante, y que vieron a muchos entre alaridos, con la carne desprendiéndose de su cuerpo, sin algún brazo o pierna que habían surcado los aires.
Caminantes heridos tratando de huir de la zona de la catástrofe, ellos perpetuamente tienen la secuela física y psicológica, las ambulancias con sirenas y torretas encendidas anunciando la emergencia, esas unidades de socorro, luego fueron reemplazadas por carrozas.
Los grupos de auxilio avanzaban desde Monclova a toda velocidad en dirección al sitio, los socorristas, médicos y enfermeras eran insuficientes al igual que los hospitales, mientras que los locutores en turno en las estaciones de radio actualizaban periódicamente la información.
El camión cargado con 25 toneladas de explosivos había quedado envuelto en llamas luego de ser chocada en el kilómetro 37 de la Carretera 30 tramo Monclova-Cuatro Ciénegas, por el operador de una camioneta Ford Lobo que había invadido carril contrario, el accidente atrajo a decenas de curiosos.
Enseguida la explosión con el potente estruendo que cimbró esa comunidad ejidal donde cada 9 de septiembre los devotos encienden veladoras y elevan plegarias por los caídos, ellos tampoco escapan de los terroríficos momentos que vivieron esa negra noche dominical en Celemania.
Ríos de tinta han corrido en la narrativa de aquel el domingo 9 de septiembre de 2007, un tracto camión International de la línea transportista Fletes y Traspaleos conducido por José Alberto Borrego González y José Rosales Contreras habían llegado a la empresa Explosivos Mexicanos Orica a cargar sacos con 25 toneladas de nitrato de amonia con destino a Colima.
Cuando apenas habían devorado 35 kilómetros de asfalto, fueron embestidos en Celemania por el operador de una camioneta Ford Lobo, incendiándose el camión que fletaba el cargamento de explosivos, lo demás es historia, una poderosa explosión sacudió la zona, abriendo un cráter de 4 metros de profundidad por 10 metros de diámetro quedando deforme la carretera, el sitio se convirtió en una franquicia del infierno.
Dicen que José Alberto Borrego, chofer del camión de Fletes y Traspaleos, al borde de la locura por las grandes dosis de angustia y adrenalina, gritando lo más que pudo alertaba a la concentración de curiosos que se retiraran porque aquello iba a explotar, nadie le creyó, entonces los resultados de la hecatombe por la ausencia de prudencia, fue la respuesta.
La catástrofe salpicó a los mandos militares de la época porque la Comisión Nacional de Derechos Humanos les puso el dedo acusatorio de omisión, tras el suceso inmediatamente trascendió el fallecimiento de tres periodistas monclovenses, entonces oscurecieron por luto las salas de redacción de los medios impresos y electrónicos.
La unidad de carga pesada tenía como destino final Coquimatlán Colima, pero de acuerdo a datos posteriores, la Comisión Nacional de Derechos Humanos reprobó que la SEDENA no revisara presencialmente las condiciones del camión y la descripción de su delicada carga, además de la logística y el itinerario del trayecto.
Los reporteros monclovenses Andrés Ramírez, de La Prensa; David Herrera de Zócalo y Carlos Antonio Ballesteros, del Tiempo, murieron durante la cobertura del incendio, enseguida una devastadora onda calorífica que no únicamente generó muertes, también destrucción de vehículos automotrices y viviendas dañadas.
Deudos de fallecidos y afectados en daños materiales en sus coches y casas fueron indemnizados, pero ninguna suma de recursos de los que fueron receptores borrará de sus mentes lo que vivieron cuando las sombras de la noche empezaban a cubrir ese domingo de terror.
A 17 años de distancia prevalecen secuelas de heridas, lesiones y afectaciones psicológicas de sobrevivientes, la herida no cicatriza, los episodios terroríficos aún contra su deseo son remasterizados por ellos y los lugareños de Celemania, municipio de Nadadores, cuentan que algunos que lograron subsistir, fallecieron después con el paso de los años por otras causas.
Las letras enlutaron en la redacción de noticias, los reporteros estaban en shock tras enterarse de la muerte de sus compañeros a quienes momentos habían visto en la sala de redacción cuando cerraban la jornada dominical, pero la noticia de que en Celemania se había producido un grave accidente carretero y que un camión de carga era devorado por la lumbre, los movilizó hasta allá.
Sin tregua, los periodistas informaban pormenores de la hecatombe, sin palabras para describir las imágenes de cuerpos esparcidos en la carretera, la noticia inmediatamente dio la vuelta al mundo, y empezó el reparto de culpas, nadie está en prisión, hubo indemnizaciones y como película que corre de reversa algunos sobrevivientes recuerdan el domingo negro.
La Comisión Nacional de Derechos Humanos alegó que la SEDENA, no acudió a Orica para hurgar las condiciones del camión de carga de Fletes y Traspaleos y verificar además la papelería que debiera corresponder a los permisos de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, no obstante que la fábrica de explosivos les había previamente informado.
Que en consecuencia la SEDENA dejaba al arbitrio de fabricantes, consumidores y transportistas el manejo y control de los peligrosos productos incrementando los riesgos de accidentes, además que fue grave irresponsabilidad e inseguridad que la empresa Orica diera el banderazo de salida a la unidad de Fletes y Traspaleos ya siendo noche.
En consecuencia, omisión de los mandos militares de esos días, los niños huérfanos de entonces ahora ya son adultos, una vida atormentada por los recuerdos de madre o padre, el caso es que a 17 años de distancia como en los eventos conmemorativos de la matanza de Tlatelolco del 2 de octubre de 1968, sin perdón, ni olvido, las heridas morales aún no cierran.
Ayer a 17 años del trágico accidente en el ejido Celemania, autoridades locales y familiares conmemoraron a las víctimas con una ofrenda floral en el obelisco del Ejido Las Flores.
Este homenaje rinde tributo a los fallecidos en la explosión que enlutó a la región, recordando su memoria en un acto solemne que sigue siendo un símbolo de las heridas aún abiertas en la comunidad.