Por: Héctor Garza Martínez
¿Quién dijo que la vida era fácil?, Solo aquel que no se acostumbra a luchar por lo que necesita, sufre por las inclemencias de la vida. Nadie, en su sano juicio quiere sufrir, sentir dolor o tener algún altibajo, todos le sacamos la vuelta al sufrimiento.
No es raro, si desde que nacemos tenemos que luchar por salir al exterior, algunos la pasamos bien, un bisturí abre la bolsa y la magia se da, de un momento a otro ya estamos afuera, pero estando en la pancita de mamá no todo es miel sobre hojuelas, también los descalabros de papá y mamá nos impactan en las emociones, como las angustias o desesperación que nuestros padres sienten, o sus miedos o traumas del pasado, que en cierto grado también los sentimos estando dentro del vientre, no lo digo yo, lo dicen los psicólogos y especialistas.
Pero esto no para allí… existen teorías que indican que nuestro ser contiene información genética condicionada a las emociones que nuestros antepasados sintieron, cambios fisiológicos y psico-emocionales que influyen en nuestro comportamiento, y éste, en nuestro futuro.
Y si a esto le sumamos todas las situaciones de violencia física y emocional por las que atravesamos en nuestra infancia, adolescencia, juventud, adultez, y vejez, terminamos por llegar a nuestros últimos días cargados de rencor y resentimientos, los cuales en todas estas etapas vamos lanzando hacia los demás con gran destreza, como flecha directa hacia el corazón de los demás, lastimándolos profundamente en el alma, y estos a su vez, a otras personas, y así el ciclo interminable de daños hacia los demás, se hace infinito. Todo pasa sin darnos cuenta, mientras nos tomamos el café y leemos nuestro periódico.
La salud mental afecta nuestro día a día, pensamientos van, pensamientos llegan, algunos buenos, otros no tan buenos. Lo peligroso no es pensar, lo peligroso es dejarte guiar por aquellos que pongan en riesgo tu integridad y la integridad de los demás.
Los traumas de la vida te llevan por caminos sinuosos, por que desconocemos de qué estamos hechos en realidad… y no es hasta que encuentras eso que te hace rabiar, que comprendemos lo que nos pudiera estar llevando a una simulación de vida. Roberto Carlos, en su canción “Traumas” hace mención en una frase que me impactó: “Mi padre sintió lo que siento ahora, después de crecer”, canta que su padre llenaba de fantasía esos aspectos traumáticos de la vida, para aminorar su dolor, y no se daba cuenta que a su hijo le enseñaba a hacer lo mismo.
Insisto, nadie en su sano juicio quiere sufrir, pero pocos saben que se tiene que sufrir para sanar. Los embates de la vida son subsanables, los podemos arreglar con tan solo aceptarlos. Por ello, existe la confesión en todos los sentidos, ya sea en la justicia, en la religión o con aquel profesional de la salud mental o persona de tu entera confianza, ya que al momento expresarlo supura la pus que en ti se ha acumulado y comienza el proceso de purificación, cicatrización, y por consiguiente la sanción del alma.
Muchas vidas se pueden salvar si nos hacemos conscientes y nos situamos en una realidad, y propiciamos en nuestra familia el conocimiento pleno de lo que ocurrió y ocurre en ella, sin dejar que el miedo al reproche o la vergüenza impida que se de luz a nuestra casa, evitando llenar de fantasía el hogar en desgracia, pues los únicos afectados con ello, son los que aún no crecen, pero que al crecer sentirán lo que ahora sentimos.
La terapia es la forma más sublime de ayudar a nuestro interior a sanar de los embates de la vida, para que esta no se pierda por nuestra propia y confusa decisión, como en el suicidio, cortando de tajo el plan de Dios que tiene para cada uno de nosotros, plan que incluye nuestra felicidad.
Con amor y con fe las desgracias se van diluyendo poco a poco, hasta que te sientes cada día más liviano y con el paso del tiempo pleno… así, NO llenaremos de fantasía nuestra vida y las de nuestros hijos, sino de una realidad, que nos dará la oportunidad de aceptar y superar, para poder disfrutar la vida en su máximo esplendor.
Con el cariño de siempre…
