Rubén Moreira Valdez
Pedro Garfias llegó a México en el Sinaia, atrás dejo España y su dictadura, lo recibió la generosa ciudad de Monterrey, donde murió en 1967. Su casa fue la Universidad Autónoma de Nuevo León y su familia un grupo de amigos leales que le hacían ligera su existencia y después fueron celosos guardianes de su memoria. No puedo dejar de mencionar que el poeta también vivió en mi querido Torreón, nueva patria chica para muchos exiliados republicanos que encontraron allí su hogar. Ellos en retribución nos regalaron su amor a la libertad.
En las ferias del libro de Coahuila y Monterrey, me encontré con el módulo de la UANL, casa de estudios a la cual tengo especial aprecio. Entre los materiales en venta apareció en dos tomos la obra reunida de Pedro Garfias. Esfuerzo monumental de José María Barrera López, especialista en literatura y en particular en el tema.
En estos días en los que la irresponsabilidad alimenta la falsa narrativa de conquistados y conquistadores, la publicación es una gran noticia. Recordar al poeta español, es traer al presente las gestas de liberación de los pueblos, la fraternidad que unía a los rebeldes y la lucha por concretar las utopías.
Supe de Garfias hace muchos años, era un niño que en casa de la abuela descubrió un poemario; de ella y del abuelo recibí las primeras notas biográficas sobre aquel gigante nacido en Salamanca.
Tengo que reconocer al partido en el poder su enorme habilidad para generar quimeras y narrativas falaces. Los del gobierno, con una tenacidad increíble, son capaces de construir “enemigos” del pueblo y poner como traidores a la patria a todos aquellos que no caigan en el garlito de sus “idílicas” ocurrencias. Hoy el “adversario” es España.
Garfias llegó exiliado a México, como lo hizo León Felipe, el otro poeta maldito. En Colliure quedó el cuerpo de Machado. Desde hace años tengo junto a mi cama el tomo 19 de Letras Mexicanas y, cuando quiero sentir el orgullo de haber nacido en este país y ser priista, leo “Dedicatoria de un álbum”; me gusta pasar los ojos por los renglones que dicen: “Fue la obra de un hombre y la obra de un pueblo” … “Atrás quedaba España, con su sombra y su miedo, Francia con su vergüenza… En frente México” … “¿Qué éramos ante el signo de la mañana, qué éramos?… “De pronto se hizo añicos de luces el silencio y una muchedumbre de voces respondieron: ¡Viva la España Libre!”.
Hay un párrafo que sé de memoria: “Cárdenas que tu nombre arda en todos los pechos como en todas las frentes el nombre de tu Pueblo”.
No entiendo por qué negar nuestro mestizaje, por qué la ligereza para entender la historia y mucho menos por qué engañar a la población indígena con discursos que ocultan su desigualdad y abandono.