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¿Final feliz? Cómo las relaciones abiertas desafían la idea del amor

¿Final feliz? Cómo las relaciones abiertas desafían la idea del amor

El “final feliz” se asocia con la estabilidad emocional y la perpetuación de un amor único, pero excluye a otras formas de amar

Durante siglos, la idea de un “final feliz” ha estado estrechamente ligada al concepto de la pareja monógama: dos personas unidas por el amor eterno y la fidelidad, navegando la vida juntas hacia una felicidad plena. Sin embargo, en las últimas décadas, surgieron otras formas de amar: el poliamor y relaciones abiertas.

La idea del amor romántico impulsada por el cine, la literatura y la cultura popular, ha sido durante mucho tiempo el estándar para medir el éxito amoroso. Sin embargo, el poliamor y las relaciones abiertas están desafiando esta narrativa, proponiendo un enfoque más amplio sobre lo que significa amar y construir relaciones afectivas duraderas.

El poliamor, que emergió de movimientos contraculturales de los años 60 y 70, y las relaciones abiertas, que permiten vínculos románticos y se*uales consensuados fuera de la pareja principal, están transformando las dinámicas tradicionales del amor romántico. “El poliamor no es solo una alternativa a la monogamia; es una forma de vida basada en la transparencia, el consentimiento y la comunicación abierta”, señala el sociólogo norteamericano Eli Sheff, autor del libro The Polyamorists Next Door.

De acuerdo con un estudio reciente de la Universidad de California, aproximadamente el 5% de los estadounidenses se identifican como poliamorosos, y esta cifra va en aumento, especialmente entre las generaciones más jóvenes. Según, Sheff:

La generación millennial y la Gen Z están replanteando las normas amorosas. Para ellas, el amor no se define por la exclusividad, sino por la autenticidad y el respeto mutuo”.

¿Qué sucede con la idea del “final feliz”?

El concepto de un “final feliz” tradicional se basa en la monogamia como la cúspide de la estabilidad emocional y la perpetuación de un amor único, pero esta idea sigue cambiando.

Según la psicóloga Laura Ramírez, especializada en vínculos afectivos, “la monogamia impone la expectativa de que una sola persona satisfaga todas las necesidades emocionales, sexuales y afectivas de su pareja, algo que puede ser una carga emocional muy pesada. El poliamor redistribuye esas responsabilidades y permite conexiones más auténticas y equilibradas”.

Además, investigaciones indican que las relaciones abiertas pueden disminuir las tasas de infidelidad. “En lugar de recurrir al engaño, las parejas que optan por acuerdos no monógamos negocian sus límites de forma consciente y transparente, lo que les permite evitar los resentimientos y fortalecer su confianza mutua”, apunta el terapeuta de pareja estadounidense Doug LaBier.

Para quienes viven el poliamor o las relaciones abiertas, la felicidad no se define por la exclusividad, sino por la honestidad y la comunicación. Alex, de 34 años, comparte su experiencia: “Cuando mi pareja y yo decidimos abrir nuestra relación, no fue para buscar algo que nos faltara, sino para explorar nuestra capacidad de amar sin restricciones. Lo que encontramos fue más respeto mutuo y un entendimiento más profundo”.

No obstante, las relaciones no monógamas no están exentas de desafíos. Celos, inseguridades y malentendidos pueden surgir, pero quienes las practican insisten en que la clave está en gestionar esos sentimientos de manera consciente. “En el poliamor, no se trata de evitar los celos, sino de entenderlos y trabajarlos juntos. Es un proceso continuo de aprendizaje y crecimiento”, señala Ramírez.

Impacto social y cultural

A pesar de su creciente visibilidad, estas prácticas aún enfrentan críticas y prejuicios, especialmente en sociedades más conservadoras. “La monogamia sigue siendo vista como la norma culturalmente aceptada, mientras que el poliamor y las relaciones abiertas son percibidas como inmaduras o incluso egoístas”, explica la antropóloga Helen Fisher. Sin embargo, estudios recientes indican que las personas en relaciones no monógamas reportan niveles de satisfacción similares o incluso superiores a las de relaciones monógamas.

El “final feliz” es, en última instancia, una construcción cultural en constante evolución. “El amor no tiene una única forma. Hay tantas maneras de experimentar la felicidad en pareja como personas en el mundo”, afirma Sheff.

En este sentido, el poliamor y las relaciones abiertas están abriendo el camino hacia una definición más inclusiva del amor y la conexión emocional. El “final feliz” no es un destino predefinido, sino un viaje único que se construye con amor, respeto y comunicación.

POR: EXCELSIOR

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