Hasta ahora, los investigadores solo pueden especular. «Creemos que las anomalías en el manto inferior tienen una variedad de orígenes», afirma Thomas Schouten
Un equipo de geofísicos ha identificado zonas en el manto terrestre que podrían ser restos de placas sumergidas, según un estudio publicado en Scientific Reports. Estas anomalías, detectadas con un modelo avanzado de alta resolución y el superordenador Piz Daint, desafían las teorías actuales sobre la tectónica de placas. Los investigadores sugieren que podrían estar formadas por materiales primordiales del manto o acumulaciones de roca rica en hierro o sílice. Este descubrimiento plantea interrogantes sobre la dinámica interna de la Tierra y subraya la necesidad de estudios más detallados sobre la composición y propiedades del manto.
Con la ayuda de un nuevo modelo de alta resolución, un equipo de geofísicos ha descubierto en el interior de la Tierra nuevas zonas que parecen restos de placas sumergidas.
Una de estas zonas se encuentra bajo el Pacífico occidental. Sin embargo, según las teorías y los conocimientos actuales sobre la tectónica de placas, no debería haber material de placas subducidas allí, ya que es imposible que haya habido zonas de subducción cerca en la historia geológica reciente. Los investigadores no saben con certeza de qué material se trata ni qué significaría esto para la dinámica interna de la Tierra.
Ése es nuestro dilema. Con el nuevo modelo de alta resolución podemos ver este tipo de anomalías en todas partes del manto terrestre, pero no sabemos exactamente qué son ni qué material crea los patrones que hemos descubierto», explica en un comunicado el profesor de la ETH de Zúrich Andreas Fichtner, autor del estudio. «Es como si un médico llevara décadas examinando la circulación sanguínea con ultrasonidos y encontrara arterias exactamente donde las espera. Si le damos un nuevo y mejor instrumento de exploración, de repente ve una arteria en la nalga que en realidad no debería estar ahí. Así es exactamente como nos sentimos con los nuevos hallazgos», detalla el físico de ondas, quien desarrolló el modelo en su grupo y escribió el código.
Hasta ahora, los investigadores solo pueden especular. «Creemos que las anomalías en el manto inferior tienen una variedad de orígenes», afirma Thomas Schouten, primer autor y estudiante de doctorado en el Instituto Geológico de la ETH de Zúrich.
Schouten considera que es posible que no se trate simplemente de material de placas frías que se ha subducido en los últimos 200 millones de años, como se suponía anteriormente. «Podría tratarse de material antiguo rico en sílice que ha estado allí desde la formación del manto hace unos 4,000 millones de años y ha sobrevivido a pesar de los movimientos convectivos en el manto, o de zonas en las que se acumulan rocas ricas en hierro como consecuencia de estos movimientos del manto durante miles de millones de años», señala.
Para el estudiante de doctorado, esto significa sobre todo que se necesitan más investigaciones con modelos aún mejores para observar más detalles del interior de la Tierra. «Las ondas que utilizamos para el modelo esencialmente solo representan una propiedad, es decir, la velocidad a la que viajan a través del interior de la Tierra», explica el geocientífico. Sin embargo, esto no hace justicia al complejo interior terrestre. «Tenemos que calcular los diferentes parámetros materiales que podrían generar las velocidades observadas de los distintos tipos de ondas. Básicamente, tenemos que profundizar en las propiedades materiales detrás de la velocidad de las ondas», agrega Schouten.
El estudio ha sido publicado en la revista Scientific Reports por un equipo de geofísicos de la Escuela Politécnica Federal de Zúrich y del Instituto Tecnológico de California.
Estos científicos no solo utilizaron un tipo de onda sísmica para estudiar la estructura del interior de la Tierra, sino todas ellas. Los expertos denominan a este procedimiento inversión de forma de onda completa. Esto hace que el modelo sea muy intensivo en términos computacionales, por lo que los investigadores utilizaron el superordenador Piz Daint del CSCS en Lugano.
Con información de Europa Press.