El proyecto, apoyado por Naciones Unidas, incluye una barcaza que realiza las operaciones en mar abierto.
En las islas Kerkennah, un archipiélago frente a Túnez, un grupo de estudiantes observa cómo la tortuga Besma vuelve al mar tras haber recibido tratamiento en un hospital flotante instalado en una barcaza, único en la región.
«Es muy importante que las tortugas puedan recuperarse en su hábitat natural», explica Hamed Mallat, un biólogo que dirige esta «estación de rehabilitación de tortugas marinas».
El proyecto, apoyado por Naciones Unidas, incluye una barcaza que realiza las operaciones en mar abierto. Rodeada por redes y boyas, es, según Mallat, «la primera de este tipo en Túnez y el Mediterráneo».
El biólogo también resalta otra particularidad de este hospital flotante. «Es un espacio grande donde la tortuga está más cómoda para desplazarse y comer en su entorno natural», apunta a AFP.
Mallat, que forma parte de la asociación local Kraten de desarrollo sostenible, lanzó el hospital flotante para las tortugas bobas (caretta caretta, de su nombre científico), una especie protegida.
Para hacerlo, recicló una antigua jaula de acuicultura de 150 m2, que puede albergar hasta cinco tortugas marinas.
Unas 10,000 tortugas bobas –consideradas una de las más vulnerables– acaban atrapadas cada año en redes de pesca frente a las costas tunecinas.
El programa europeo Life Medturtles, que abarca cinco países mediterráneos (Albania, España, Italia, Túnez y Turquía), reveló una tasa de mortalidad muy elevada, del 70%, vinculada a las redes de enmalle.
Las tortugas suelen quedar atrapadas en estas redes, suspendidas verticalmente de flotadores. Y suelen ser los propios pescadores quienes las llevan, heridas, a los biólogos y veterinarios.
Sarah Gharbi, una estudiante de pesca y medio ambiente de 24 años, acudió a ver la liberación de la tortuga Besma. «Es una aplicación directa de las cosas teóricas que estudiamos», dijo la alumna del instituto de Agronomía Insat.
«También es una primera interacción con especies marinas que no solemos ver en Túnez como parte de nuestros estudios. Es nuevo y gratificante», afirmó.
Besma, de 20 años, está lista para poner sus primeros huevos. Los integrantes del programa le colocaron una pequeña baliza. La herramienta permitirá monitorear su comportamiento migratorio, que, como el de muchas especies, está cambiando como consecuencia del calentamiento global, la sobrepesca y la contaminación.
«En Túnez falta investigación», subrayó Mallat. El biólogo espera recibir turistas en la plataforma en verano para sensibilizar a grandes y pequeños sobre la protección de estas tortugas.
Por El Economista