Por: Luis Alfonso Valdés Blackaller
Como es bien sabido, durante el siglo XVIII los colonizadores españoles de la región norte de la Nueva España sufrían mucho de ataques por parte de los indios “bárbaros”: apaches y comanches. Enseguida un reporte del capitán Lorenzo de Cancio Sierra y Cienfuegos, gobernador de Coahuila en 1763:
~ Exmo. Señor: En carta de 15 de mayo próximo pasado expuse a V.E. (ed. Vuestra Excelencia) me hallaba bien informado que los indios mezcaleros, nataxes, jardones y otros de su alianza habían hecho sus juntas para insultar esta provincia; y que sin embargo que haría tres meses que no hacían robo alguno en esta jurisdicción, en ningún tiempo había estado más cuidadoso que en aquel por la suspensión que demostraban, por sus costumbres; y añadía a VE que si tuviera la tropa que se hallaba en San Sabá, en los presidios respectivos de esta provincia, haría cortar frecuentemente las avenidas, receloso que la serenidad de los bárbaros era indicio eficaz de mayor borrasca.
Salieron cumplidos mis recelos, pues el día 23 del mismo se robaron cuatro manadas de yeguas y una partida de caballos, dos de los corrales donde las tenían encerradas sus dueños a tiro de fusil del Presidio de Santa Rosa (Múzquiz) y las más de los agostaderos donde se hallaban también inmediatos a aquella guarnición.
Avisaron a la mañana siguiente y salió un piquete de veintiséis hombres compuesto de soldados y vecinos, siguiendo a toda rienda los malhechores guiados de las huellas que dejaron, y después de haber andado sesenta leguas lograron dar alcance a los enemigos, a los tres días de haber salido.
Había acaecido cuando la tropa avistó la caballada robada, que un fuerte granizo la había hecho dividirse y los ladrones se hallaban haciendo su comida de una yegua que habían muerto, y solo uno de ellos estaba juntando la yeguada y caballos que se habían desunido.
Cargó la tropa a hacer la represalia de la caballada y solo halló a aquel único indio, que con incontrastable valor la defendió, sin embargo, de amonestársele por señas que no se le haría daño. No condescendió a la paz con que se le convidaba, y por evitar la muerte a algunos de los pocos soldados y vecinos que iban a la vanguardia, lo hirieron mortalmente de un balazo. Y no obstante ese riesgo en que se hallaba, no hubo arbitrio para que dejara de tirar sus flechas, con lo cual lo acabaron de matar.
Retiróse la tropa con todo el robo, sin que hubiera habido pérdida de consideración en la manada, sino las crías, que la mayor parte no pudo seguir a sus madres en la violencia con que la llevaban los gentiles, y aunque esta puntual ejecución del comandante que tengo en Santa Rosa me ha llenado del mayor regocijo por la puntualidad con que desempeña mis órdenes, no me fue completa esta satisfacción, pues a renglón seguido tuve el disgusto de que el veinticinco del mismo mes, se echó de menos un pastor de un vecino, que dando cuenta de ello se hizo buscar y se halló muerto (como a una legua de Santa Rosa), a la violencia de los bárbaros, desnudándole y matándolo a palos, como lo acreditó el indicio de tres macanas que hallaron junto al cadáver, y una herida de un chuzo de los que ellos gastan, quitándole todo el casco de la cabeza con su cuello para llevar a sus terrenos aquel trofeo y celebrarlo en sus bailes.
Se hicieron cuantas diligencias fueron posible para seguirlos, pero no ha sido asequible porque el Presidio de Santa Rosa se halla situado a media legua de una sierra tan áspera que no es posible castigar a los indios cuando se suben a ella, porque solo ellos son capaces de transitarla, y así se verifica que cuando los siguen los españoles y logran subirse a los cerros, no tan solo consiguen que (no) los maltrate la tropa, sino que desde la cumbre dicen mil desvergüenzas a los que los siguen, bien ciertos que la caballería no puede penetrar aquella asperidad.
A esta desgracia se han seguido las que por menor participo a V.E. en el capítulo siguiente:
Con fecha de once del corriente, me participó el administrador de la hacienda de Sardinas, distante 14 leguas de esta villa, que el nueve del mismo habían muerto los indios a un pastor suyo a flechazos, del cual quitaron también el casco y cuello. Pero lo más doloroso es haber llevándose vivos a la mujer del muerto y un muchacho hijo suyo de edad de diez o doce años.
Luego que tuve esta noticia hice salir la tropa en su alcance y que de Santa Rosa saliese también una escuadra a cortar el paso, que se suponía que fuese de los bárbaros, pero ellos, recelosos sin duda de estas providencias, cogieron el rumbo de la aspereza de la sierra, pues no se hallaron más huellas que las de algunos caballos que llevaban, los cuales consiguió quitar la escuadra de Santa Rosa, en el paraje que llaman de Zacate de Enjalma, pero ni aquella, ni la que salió de aquí, que ambas se juntaron en el mencionado paraje, han podido ver indio alguno, porque los ocultó la sierra, y sin duda de que desde ella avistaron la tropa que los seguía por su falda, con lo cual no se ha logrado quitarles aquellos miserables cautivos.
A más de las desgracias mencionadas, se halló muerto otro hombre, también de la Hacienda de Sardinas, a flechazos, el cual, sorprendido de los gentiles, sufrió su desgracia en el puerto llamado de los Ovallos [ed. Obayos], distante de esta como 16 leguas.
(firmado) Don Lorenzo Cancio, Comandante de la Provincia de Coahuila, Monclova, Junio 28 de 1763
NOTA adicional del autor: Entre 1749 y 1763 los apaches mataron a más de 800 personas, y destruyeron aproximadamente haciendas y bienes por un valor de cuatro millones de pesos. Muchas haciendas ganaderas y misiones fueron abandonadas y las minas de plata cerradas porque los caminos no eran seguros para el transporte de mercancías y minerales.
* A primeras horas de una mañana de 1763, una banda de 23 comanches (21 hombres y 2 mujeres) atacan una ranchería apache lipán que contenía 300 guerreros en el sureste de Nuevo México. Los comanches estaban armados solamente con 6 rifles, 8 espadas, 4 lanzas, y arcos y flechas. El enfrentamiento duró hasta las 3 horas de la tarde. Los lipanes mataron a todos los comanches, excepto a una mujer, a la que asaron y comieron.
Los lipanes tuvieron un muerto y varios heridos. Dos nativos Pueblo que iban de Pecos Pueblo [San Miguel County, New Mexico] a San Sabá [San Sabá County, Texas] informaron del enfrentamiento. El incidente muestra no solo el odio entre los lipanes y los comanches, sino también la agresividad y la naturaleza guerrera de los comanches, que atacaron a un grupo mucho mayor de lipanes. Los comanches consideraban que “salvar la cara” era muy importante, y tal vez la partida de guerra temía “quedar mal” si regresaban a sus territorios habiendo visto al enemigo y no atacarlo. Los guerreros comanches pudieron haber pertenecido a la sociedad “Gorro de Guerra”, una sociedad cuyos miembros se comprometían a no rehuir el combate y luchar hasta la muerte. De lo contrario, un miembro de esa sociedad guerrera era excluido y perdía su derecho a usar el gorro de guerra.
El hecho de que los lipanes comieran a la mujer es significativo, ya que los lipanes no comían carne humana. Parece ser que lo hicieron como gesto de venganza.
* En marzo de 1763, una banda de apaches lipanes entran en la Villa de San Fernando de Austria (hoy Zaragoza, Coahuila), donde matan a siete personas y roban 40 caballos. Vicente Rodríguez, comandante de la Villa de San Fernando de Austria, en nombre de los 30 vecinos de dicha villa, presenta queja ante el gobernador de la provincia de Coahuila, queja de los males que les causan los apaches.
* El 27 de julio de 1763, grupos de apaches causan nuevas muertes cerca de Buenavista (en Nogales, Sonora) abandonando los españoles el valle de San Luis para trasladarse a Tubac (Santa Cruz County, Arizona), Terrenate (Cochise County, Sonora) y otros lugares protegidos por las tropas de Juan Bautista de Anza.
* El 29 de agosto de 1763, los apaches atacan el pueblo de Las Cruces (municipio de Namiquipa, Chihuahua).
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Contribución de: Luis Alfonso Valdés Blackaller, con apoyo de socios Arqueosaurios A.C. (1997) ~ Luis Alonso Armendáriz Otzuka, Arnoldo Bermea Balderas, Juan Latapi Ortega, José Manuel Luna Lastra (QEPD 2022), José Mariano Orozco Tenorio, Francisco Rocha Garza, Oscar Valdés Martin del Campo, Willem Veltman, y Ramón Williamson Bosque.
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