Fue el 12 de febrero de 2016, hace 9 años, cuando el papa Francisco llegó a México procedente de La Habana, Cuba
En un año, 2016, y una región en la que regresaban los vuelos comerciales entre Estados Unidos y Cuba, a Nicolás Maduro la oposición buscaba recortar infructuosamente su presidencia y Evo Morales pretendía llegar a un segundo mandato presidencial, se realizó la primera visita de un Papa latinoamericano a México, el exobispo argentino Jorge Mario Bergoglio, su santidad Francisco.
Fue el 12 de febrero de 2016, hace 9 años, cuando el sumo pontífice llegó a nuestro país procedente de La Habana, Cuba, fue recibido en el entonces Hangar Presidencial del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México por el presidente Enrique Peña Nieto, restaban dos años y medio de gobierno y el haber concretado la visita le generaba simpatías a una administración sumida en la crisis por los casos de corrupción, la violencia y el tema Ayotzinapa.
La visita histórica, además, porque fue la primera vez en 24 años de relaciones diplomáticas que al jefe del Estado Vaticano se le recibió de manera oficial en la sede del Poder Ejecutivo de nuestro país: Palacio Nacional.
Frente a mil 500 invitados, Francisco, en ese entonces de 79 años de edad, resaltó que México tiene como principal riqueza, su población joven a los que convocó a mantener su responsabilidad de construir a México, pero también aprovechó para hablarle a los políticos y sus “excesos”.
El pontífice les pidió a los representantes de la vida social, cultural y política que ayudarán a disminuir la pobreza y la desigualdad social para generar un ambiente sano y de paz.
“Y esto no es sólo asunto de leyes que requieren de actualizaciones y mejoras, siempre necesarias; sino de urgente formación de la responsabilidad personal de cada uno, con pleno respeto del otro, como corresponde en la causa común de promover el desarrollo nacional”.
En esta visita el Papa Francisco recibió las llaves de la Ciudad de México de manos del entonces jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera y se reunió en la catedral Metropolitana con los integrantes de la Conferencia del Episcopado a quienes les hizo un severo llamado a pensar antes en los más desvalidos que en ellos como miembros de la iglesia.
“Si tienen diferencias y deben pelear, háganlo, si deben decirse cosas díganselas, después recen y pidan perdón, pero mantengan la unidad del cuerpo episcopal, México necesita obispos servidores, no necesita príncipes sino una comunidad de testigos del señor”, les expresó.
Ese mismo día encabezó una misa en la Basílica de Guadalupe y tuvo un tiempo de reflexión a solas con la virgen del Tepeyac.
En esta misma visita, el pontífice estuvo en el Estado de México, sobrevoló la zona arqueológica de Teotihuacán y llegó a uno de los municipios de mayor carencia y con problemas de violencia: Ecatepec donde celebró una misa ante más de 400 mil personas.
También viajó a San Cristóbal de las Casas, Chiapas para reunirse con las comunidades indígenas para pedirles perdón por el injusto trato de la Iglesia Católica a los pueblos originarios de las Américas
Además, encabezó un encuentro en el estadio de fútbol de Morelia, Michoacán con jóvenes a quienes les llamó a pensar en un futuro de paz y hermandad, sin egoísmo.
El miércoles 17 de febrero fue el último día de la visita del Papa en México y se despidió en Ciudad Juárez, Chihuahua donde celebró una misa binacional en las inmediaciones de la frontera con los Estados Unidos para hacer un reconocimiento a los migrantes de América que buscan avanzar al norte para lograr un mejor futuro para ellos y sus familias.
El Papa Francisco partió por la noche de regreso a Roma en un avión bautizado como Misionero de Paz.
Durante el sexenio del presidente Andrés Manuel López Obrador, el Gobierno de México le invitó a regresar a nuestro país, sin embargo, a la fecha no ha habido una respuesta positiva de El Vaticano.
Por: Excelsior