Rubén Moreira Valdez
Expertos dicen que la palabra viene del latín y que, en su acepción primera -“aquati”-, servía para designar, en la pintura, una técnica donde los pigmentos se diluyen en agua. Después de un largo periplo y al arribo de la práctica a México, con una degeneración de la palabra, el término “huachicol” se asignó a bebidas alcohólicas adulteradas.
El país vive una severa crisis en su industria petrolera. El crudo extraído no pasa de 1.3 millones de barriles al día y cuando se refina se pierde en combustóleo el 30 por ciento. No somos la potencia petrolera del siglo pasado y, en materia energética, dependemos del extranjero. Tenemos seis refinerías anticuadas, una más que ha resultado un fiasco y otra en el extranjero.
Morena, no tengo duda, es una exitosa corporación de ilusionistas, capaz de construir la más falaz de las narrativas y, con ella, engañar a todo tipo de público. El hipnótico adormecimiento del bienestar impide ver desde el fracaso de la economía hasta la quiebra del sistema de salud. El combate al huachicol es el centro de una de estas engañosas escenografías.
Al inicio del anterior sexenio se anunció una cruzada en contra de este delito. Se usó el aparato de comunicación del régimen para posicionar la medida y ponerla a la altura de la expropiación petrolera. La estrategia contra el hurto incluía cerrar ductos y trasladar, mediante tráileres, el combustible. En las carreteras aparecieron largos convoyes escoltados por militares. A las mañaneras se sumaron spots y espectaculares que anunciaban la “epopeya”.
En no pocas ocasiones se anunciaron logros y grandes ahorros. Muchos mexicanos, que esperaban horas para surtir el combustible, se sentían parte de la heroica lucha por la soberanía energética. De paso, y por el mismo boleto, se quería demostrar a los neoliberales itamitas que “para torito no hay imposibles”.
A la par se anunció la construcción de una refinería, la primera en muchos años y, ahora nos enteramos, la única en el mundo en iniciarse sin tener la menor idea de cómo terminarla.
Seis años después, la mentada refinería no ha comenzado sus actividades y, hasta donde se sabe, casi triplico su costo. Por lo que respecta al huachicol, los cálculos públicos dicen que asciende a 340 mil barriles diarios de combustible; en la cifra se incluye el que se conoce como fiscal. Al terminar Peña, la cantidad rondaba en 70 mil barriles. Es evidente que estaciones de servicio “hechas y casi derechas” son usadas en la distribución de los productos ilegales. Las autoridades en la materia se hacen gansos.
En fin, la pomposa soberanía energética terminó en una vacilada y ahora se aproxima una reforma más. Dicen que se parece a las de Salinas y Peña, pero en una versión de cuarta y con dos o tres puntadas que la hacen inviable. Los ilusionistas practican trucos nuevos.