Por: Luis Alfonso Valdés Blackaller
Tomado de un artículo por Francisco Urquizo en el periódico “El Pueblo”, México, 16 de agosto de 1918
El combate de la estación de Hermanas a que voy a referirme, es uno de los que más interés tiene, debido a las circunstancias que en él concurrieron, pues difiere notablemente de todos los demás registrados en la parte noreste de la república, en aquella época, ya que por lo regular las tropas constitucionalistas entonces se dedicaban a atacar plazas con más o menos probabilidades de éxito. En Hermanas, Coah., el encuentro fue campal y pudieron ambas fuerzas contendientes maniobrar libremente; sus jefes pudieron poner en práctica su habilidad; el uno para atacar y el otro para retirarse cuando lo estimó conveniente.
Esta es la parte 2, continuación de la publicación de la semana pasada.
~ Pasó la noche sin novedad y al día siguiente se organizó una columna con dos escuadrones a las órdenes del coronel Antonio Villarreal, y marchó a batir al enemigo a Abasolo Viejo. El resto de la fuerza quedó en los lugares que ocupábamos. El combate en Abasolo principió desde la tarde, y se prolongó hasta las primeras horas de la noche, siendo el resultado de él completamente adverso para nuestras fuerzas, pues fueron sorprendidas al acercarse, por el enemigo que se encontraba emboscado en las labores cercanas al pueblo; con la sorpresa vino la natural desorganización y la derrota, y los restos de la columna de Villarreal, dispersos, se retiraron a Hermanas. El enemigo ensoberbecido inició al día siguiente su avance decidido hacia nuestro núcleo principal. Lo largo y espeso de las polvaredas que levantaba, nos hizo ver desde luego la magnitud de su fuerza; la nuestra para resistirlo constaba de unos mil hombres más o menos, repartidos en la forma siguiente: 9 jefes, 91 oficiales y 923 tropa.
El cuartel general ordenó se tomara el dispositivo siguiente: Los escuadrones “Vásquez”, “Ramírez”, “Quintanilla” y “Ricaud”, ocultos en el arroyo que está situado al sur de la estación Hermanas y que corre perpendicular a la vía férrea. El regimiento “Zaragoza” a lo largo de la vía férrea, desde el puente al sur de la estación, protegido por el terraplén de la misma vía. El cañón “Rorro” protegido por una sección del Batallón de Zapadores y la escolta del cuartel general, en la loma llamada “De la Artillería” al sur de la estación. La sección de cañones de 80 mm (nota: fabricados en los talleres de F.C. en Piedras Negras, Coah.) en la falda de los pequeños cerros frente a la estación, protegidos por el Batallón de Zapadores y la Batería de Ametralladoras que tomarían las alturas de los mencionados cerros.
El enemigo apareció como a las once de la mañana por el camino de Abasolo Viejo, y a las dos de la tarde hizo alto como a cuatro km de nuestras posiciones, tomando desde luego dispositivos para acampar. Emplazó su artillería compuesta de tres secciones y formó un cuadro con su infantería y caballería. A las cuatro de la tarde rompió el fuego de su artillería, enviándonos una densa ráfaga en el sector de la vía férrea a los cerros de la estación. Toda la tarde hasta oscurecer nos cañoneó vigorosamente, sin registrar nosotros perdida alguna, y sin contestar a su fuego, por estar fuera del alcance del nuestro. Al cerrar la noche, reinó completa calma en ambos campamentos, en donde no se hicieron luminarias y se redobló el servicio de vigilancia.
Amaneció, y el enemigo conservaba su primitiva formación. Su artillería volvió a romper el fuego, esta vez sobre la estación, especialmente sobre los trenes que ahí se encontraba, logrando que estos se retiraran al norte. El combate se empeñó definitivamente a las 7:30 am. Nuestra caballería de dos líneas (norte, sur oriente y poniente) avanzó resueltamente hacia el enemigo, que a su vez desplegó las suyas al encuentro de las nuestras, trabando rudo combate. Su infantería, a la vez, tomó la formación preliminar para entrar en acción, formándose en columnas de compañías. Pudimos entonces ya, formarnos una idea muy aproximada de su fuerza, podía calcularse esta en dos batallones, una batería máxima de campaña, un regimiento de caballería, guía, impedimenta y servicios anexos. Total, dos mil a dos mil quinientos hombres.
La artillería enemiga dirigió sus fuegos hacia nuestras posiciones en los cerros, sin causarnos gran daño, pues no logro localizar nuestras posiciones. La nuestra, por su parte, a pesar de ser inferior a la enemiga en calidad, alcance y eficacia del fuego, logró en dos ocasiones hacer que se retirara en desorden un escuadrón enemigo que cargaba. Tuvo, sin embargo, que retirarse nuestra artillería, debido a algunas descomposturas de las piezas, y la retirada de ellas, desmoralizó seguramente algo a las tropas de caballería que se batían delante, pues poco a poco empezaron a retirarse en perfecto orden. En esa fase del combate, la infantería enemiga avanzó ya resueltamente a tomar las alturas ocupadas por el Batallón de Zapadores y la Batería de Ametralladoras. El combate fue allí encarnizado y no se retiraron nuestras fuerzas, hasta que las enemigas escalaron y ocuparon nuestras posiciones después de sufrir en el camino infinidad de bajas y hacernos consumir a nosotros casi toda nuestra dotación de cartuchos.
La infantería se retiró entonces en perfecto orden, en escalones, hasta quedar fuera del alcance del fuego enemigo. Las bajas por nuestra parte fueron insignificantes, llegando escasamente a diez o doce individuos de tropas muertos, el doble, más o menos, de heridos, entre estos el teniente Daniel Días Couder de la infantería de ametralladoras, que recibió un tiro atravesándole la cabeza, caso en extremo curioso pues parecía de muerte, y sin embargo, gracias a los cuidados escrupulosos del mayor M. C. Suarez Gamboa, a los quince días el teniente Couder estaba ya listo para el servicio, y apenas se le notaba una pequeña cicatriz en la nariz, que fue por donde le penetró el proyectil, y otra más pequeña en el cuello, que fue por donde le salió. El enemigo, indudablemente tuvo más bajas, sin poder precisar su número.
El resultado del combate fue ocupar el enemigo a costa de mucho tiempo perdido por su indecisión, la estación de Hermanas, lugar de poca o ninguna significación estratégica; demostrarle que nuestras fuerzas, inferiores a él en número, armamento y municiones, estaban, sin embargo, bastante disciplinadas como lo demostraron en las maniobras, y por último, estar en magnifico estado de animo a pesar de la mala estrella de aquel entonces.
Contribución de: Luis Alfonso Valdés Blackaller, con apoyo de socios Arqueosaurios A.C. (1997) ~ Luis Alonso Armendáriz Otzuka, Arnoldo Bermea Balderas, Juan Latapi Ortega, José Manuel Luna Lastra (QEPD 2022), José Mariano Orozco Tenorio, Francisco Rocha Garza, Oscar Valdés Martin del Campo, Willem Veltman, y Ramón Williamson Bosque.
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