Llegó la primavera y con ella los días más largos y cálidos. Los brotes comienzan a reverdecer los paisajes y los árboles de hoja caduca, esos que las pierden durante el otoño como el manzano y el durazno, empiezan a florear. El nogal, también miembro de este grupo, da señales de vida.
Aunque en Coahuila y sus alrededores hubo algunos días de fríos intensos, en general el invierno fue menos severo de lo que solía ser. Y aunque aún quedan frentes fríos por llegar es poco probable que traigan heladas fuertes, como la que padecimos un abril hace 8 años, esa histórica que acabó con la producción manzanera de la sierra de Arteaga y afectó fuertemente la nogalera y vitivinícola de la región.
A muchos seres humanos nos incomoda el frío, a una gran cantidad de plantas no. Al contrario, lo necesitan para desarrollarse.
Cuando fui director de la Financiera Rural tuve una experiencia reveladora. Una empresa de renombre del del país, productora de uvas de mesa y con miles de hectáreas de cultivo presentó, inexplicablemente, una caída drástica en su producción de un año a otro, tan pronunciada que no le daba ni siquiera para cubrir los costos variables, ya no se diga sus compromisos financieros.
Era evidente que la causa de la baja producción no había sido un huracán u otro meteoro de esa naturaleza, como alguna helada o granizada. Entonces, ¿qué fue? Las investigaciones siguieron. El riego y la fertilización habían seguido un calendario puntual, el mismo de siempre. Las fumigaciones de rigor se habían realizado sin contratiempo. Las plagas estuvieron siempre contenidas y los estudios descartaron la presencia de patógenos de alguna otra naturaleza.
Al final del estudio el dictamen fue inapelable y demoledor: los viñedos no produjeron por falta de horas frío. Al ser algo tan imperceptible, nadie notó la situación ni previno la tragedia.
Es como la fábula de la rana hervida. Si echamos al anfibio a una olla de agua hirviendo, éste saltará sin dudarlo y salvará la vida. Si lo ponemos en un recipiente con agua tibia y prendemos la estufa a fuego lento, no sentirá el cambio gradual de temperatura y ahí se quedará hasta morir hervido.
El cambio climático es real y está ampliamente documentado. No solo está causando el deshielo de los polos y la sequía en los desiertos, también está afectando la producción alimenticia de gran variedad de cultivos y frutales.
No podemos seguir contaminando indiscriminadamente sin esperar graves consecuencias. Debemos hacer conciencia y con nuestro ejemplo y actuar diario sumarnos a la cruzada por salvar al planeta. Si no, estaremos condenando a nuestros hijos a padecer la suerte de la rana.