“La polvareda ya estaba fuerte, ya teníamos como seis meses sin nada de agua. Desde noviembre no había caído nada y ahorita pues ya nos cayó algo”, expresó Juan Pedro Flores Venancio, campesino de Estancias
Por Iván Villarreal
La Prensa
Las primeras lluvias han llegado al campo, y con ellas, una sensación de alivio y esperanza para quienes dependen de la tierra. Juan Pedro Flores Venancio, un hombre con toda una vida dedicada a la agricultura y la ganadería, comparte su sentir sobre este respiro que la naturaleza les ha dado tras meses de sequía.
“Se alegra el campo”
“La polvareda ya estaba fuerte, ya teníamos como seis meses sin nada de agua. Desde noviembre no había caído nada y ahorita pues ya nos cayó algo”, cuenta Juan Pedro con una mezcla de alivio y expectativa. La falta de lluvia no solo afecta la siembra, sino también la alimentación del ganado. “Los arbolitos ya están brotando y ahí viene el mezquite, que es puro alimento para los animales, las cabras, los caballos. Ya hay que prepararnos para sembrar el sorgo”, explica.
Aunque en la región cuentan con agua de riego, la lluvia sigue siendo insustituible. “Aquí le echamos agua, agua, y como quiera no responde igual la tierra. Nomás llueve y es otra cosa”, asegura. Los árboles, como los nogales, ya empiezan a mostrar señales de recuperación. “Se va a venir bonita la primavera”, dice con esperanza.
Una vida en el campo
Juan Pedro ha estado ligado al campo desde siempre. “Salí en el 98 de AHMSA y desde entonces he andado en esto. Primero en Bocatoche, en Castaños, en la de Huizachal, y ahora por el rumbo del Borbollón”, relata. Para él, el amor por el campo es algo natural. “Uno está impuesto a estar acá en el monte. Voy a la ciudad y nomás un rato, y para atrás. Ya está uno impuesto a andar con los animales y batallando”, dice con una sonrisa.
El deseo de más lluvias
Aunque las primeras lluvias ya dieron un respiro, aún falta mucho para recuperar lo perdido. “Que siga así, que cargue más la agüita para que se ponga bueno esto, porque ya van varios años bien difíciles”, comenta. La sequía ha golpeado fuerte, especialmente a quienes no tienen acceso a agua de riego. “En los ranchos donde no hay, en los ejidos, está el morir de animales, no hay comida. El nopal necesita agua para engordar, para que se ponga bueno, y el zacate también, para que se venga el pasto para los animales”, explica con preocupación.
Pero la fe nunca falta en el campo. “Primeramente Dios, ya nos dio la sorpresa estos días. No había nada y ya como quiera se vio un cambio. Ojalá y que siga”, así concluyó Juan Pedro, con la mirada puesta en el cielo, esperando la bendición de nuevas lluvias. Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios;
Hebreos 6:7