Aunque ha bajado la clientela, resultado de la misma crisis, María Teresa Briones se esmera en elaborar el postre tradicional
Por Iván Villarreal
La Prensa
María Teresa Briones Rodríguez, comerciante local, comparte con nostalgia el cierre de la temporada de capirotada, un platillo tradicional que durante la Cuaresma ha endulzado los hogares de la región.
“Ya se va a terminar la temporada… ya no vamos a venderla”, comenta desde su puesto ubicado sobre la calle Juárez, frente a Comisión Federal de Electricidad. A lo largo de toda la Cuaresma, María Teresa ha ofrecido este platillo típico, aunque admite que las ventas han estado más bajas que en años anteriores. “Al principio se vendió más o menos normal, pero ya ahorita toda la gente la está haciendo en su casa. Sí bajó mucho la venta”.
La situación económica también ha influido, asegura. “Ya casi nadie trae dinero…” dice entre risas, aludiendo a que solo algunos alcanzan a comprar cuando reciben su quincena. “Pero la quincena se ve hasta el último día. A veces, cuando los pensionados cobran, ahí se ve un poquito más”.
María Teresa, con años de experiencia en la cocina tradicional, describe el proceso de preparación de la capirotada: “Se corta el pan, se acomoda en la charola ya tostado, se le ponen los ingredientes y al final se le echa el caldito del piloncillo con anís, canela y clavo”. Aunque no revela ningún ingrediente secreto, asegura que el verdadero toque especial está en “hacerla bien”.
Además de capirotada, en su negocio también ofrece tamales calientitos todos los días, conservando vivas las tradiciones culinarias del norte del país.
“Ahí estamos, para quien guste. Todavía hay capirotada unos días más”, concluye con una sonrisa, sabiendo que, aunque las ventas bajen, el sabor de la tradición sigue presente en cada porción.