Por: Luis Alfonso Valdés Blackaller
Al Valle de Santa Rosa (Múzquiz) llegaba un indio lipán, solo, que se paseaba por las haciendas y rancherías, y por el pueblo. En ocasiones lo hacía también en Monclova y San Fernando de Austria (Zaragoza). En ese tiempo los lipanes eran considerados enemigos por los españoles, porque en varias ocasiones se habían roto las negociaciones de paz que habían hecho. Al indio lo conocían por el nombre de Josef el Coxo (cojo, porque tenía lisiada una pierna y renqueaba). La gente lo conocía bien porque regularmente, principalmente en la época de la molienda de la caña, se le veía en el pueblo. Aunque con algo de recelo, lo aceptaban y hasta le daban algo de comer cuando se los pedía, porque nunca había hecho ningún daño.
En el año de 1774, este indio se encontraba en valle de Santa Rosa, cuando llegó también Antonio Gill de Ibarbo, de Los Adaes (Texas) y venía acompañado de un indio de los Texas, a quien llamaban Texa, y estaban de paso en Santa Rosa, para luego ir la ciudad de México. Llevaban en ese lugar más de veinte días, cuando, el 20 de enero de ese año, los dos indios tuvieron una desavenencia, y el Texa mató de un balazo a Josef el Coxo en la plaza.
Enterado del suceso, el Ayudante Inspector de las Provincias Roque de Medina, le pidió a Manuel de Cos, Justicia Mayor del Valle de Santa Rosa, que pidiera declaración a los testigos que se hallaban presentes cuando el Texa ejecutó la muerte del Coxo, “lisa y llanamente, la verdad de lo que pasó, como también si dicho Coxo venía por el tiempo de la fábrica del piloncillo a este valle donde se estaba mucho tiempo, pasando hasta Coahuila (Monclova), y si se curó aquí de una pierna que tenía lastimada, por cuyo motivo era conocido”
Manuel de Cos le pidió su declaración a varias de las personas que se encontraban en la plaza ese día. Los testigos juraban decir la verdad en nombre de Dios nuestro señor y hacían la señal de la santa cruz. Lázaro Flores, vecino de ese valle y notario público real, dijo “que sabe y le consta que el referido indio Josef el Coxo, sin embargo de que todos los indios lipanes apaches y mezcaleros se han manifestado enemigos de todos los moradores de esta provincia, este mencionado indio ha concurrido a este valle manifestándose amigo, y en especial se ha visto en las moliendas de cañaverales, pero ignora el que declara el fin con que este había venido cuando todos sus parciales están de guerra, y que habiendo venido en la presente ocasión de moliendas, se ha mantenido algún tiempo. Y que con el motivo de haber llegado a este valle Antonio Gill de Ibarbo con el fin de pasar a la ciudad de México, trajo en su compañía al indio Texa con el mismo fin de pasar a México. Y que habiéndose mantenido en ese valle como veintitantos días, vio el que declara a ambos indios comunicarse, aunque conoció en los semblantes de uno y del otro, que se manifestaban como enemigos que han sido toda su vida; Y que habiendo llegado el día de su partida, del dicho Ibarbo como del Texa, para su destino, vio salir a un mozo que llevaba una mula con una carguita y al indio Texa arreando la mula y que yendo por la plaza le vio voltear la calle a dicho indio y habiendo estado de la plaza la distancia de treinta varas, oyó el que declara un silbo (silbido) que le dio el indio Coxo, que venía acelerado por dicha plaza; Y que a ese tiempo volvió la cara el indio Texa y arrendó para donde venía el Coxo y que ambos se vinieron a encontrar; Y que el que declara se hallaba descargando una carreta en el jacal que se halla fabricado en la orilla de la plaza para la madera de la obra de la iglesia, y que viniendo los dos indios ir el uno para el otro, llegó el Coxo hasta donde estaba el que declara, y que el indio Texa llegó hasta donde se hallaba el Coxo, con su fusil en la mano, hasta que llegó a boca de cañón, y le apretó la llave (le disparó) a dicho indio el Coxo, el que cayó de muerte, Y dicho indio Texa se arrendó a su destino; Que el que declara nunca se persuadió que era para matarlo, sino para hablar como lo acostumbraban, pues le consta que hasta llegaron a comer en un plato; Lo que hizo al que declara atizar prontamente que se le echara el agua de bautismo, y que sin demora llegó el Sr. Cura, quien le echó el agua estando ya el indio en los últimos de su vida”.
También declararon Juan José Estada, que estaba parado en la puerta del almacén de la casa fuerte y vio lo sucedido; y Francisco de Borja que se encontraba en el jacal con Lázaro Flores.
El Cura de la iglesia, apellidado Molano, también declaró que, “al ser avisado del suceso, salió apresuradamente de su casa y vio el cuerpo del Coxo tundido en el suelo, y preguntando si estaba todavía vivo, le respondieron que sí, y con presteza pidió agua y con ella lo bautizó poniéndole por nombre el mismo que tenía, bajo las condiciones necesarias que en tales casos se necesitan”.
Don Juan Manuel de Palau declaró que “estando en su rancho llegó el indio Texa el día propio que se cita, y luego que se fue apeando del caballo le dijo al declarante que había matado al indio Coxo al salir del presidio (Santa Rosa), junto a la iglesia; y preguntándole el que declara el porqué, respondió que por haberle chiflado dos o tres ocasiones, se cegó y se indignó mirando que un enemigo suyo y de los españoles le chiflaba, y entonces pensó en matarlo y lo mató y volvió a su caballo por el camino que llevaba, y que yendo otra vez cerca de la casa del cura, sintió en su corazón recelando haber así mismo matado a un español, mujer o muchacho de los muchos que andan en las calles por haberle tirado tan de cerca y que la bala hubiese pasado adelante y dándole a alguno, pero que si esto hubiera sucedido, aunque lo pensó, no procuró irse por otro lado, mirando que los españoles eran sus amigos, y que si él había hecho daño a los españoles estaba ahí siempre para pagar el daño que hubiese hecho, y que esto era nomás lo que iba temiendo en su corazón; Y estando en esto, a poco rato cayó Antonio Gil Ibarbo, reprendiendo la acción del indio, quien respondió, que qué había hecho él en matar a un enemigo de los españoles y suyo, que estaba pronto a ir ante el Sr Roque (Ayudante Inspector de las Provincias) y decirle que él había matado al Coxo porque le había dado coraje que le hubiera chiflado y que no había sido insistido de nadie, sino por ser su enemigo; A cuya sazón, dice el que declara que cayó Don Mathias Ruiz de Guadiana, que llevaba orden de aprehenderlo y traerlo a este valle, como de facto hizo demostración a los que lo acompañaban para que lo cogiesen, lo que entendido por dicho indio y mirándose ya agarrado de un hombre, se dio, y no hizo demostración alguna de resistencia y de esta suerte lo trajeron al valle”.
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Contribución de: Luis Alfonso Valdés Blackaller, con apoyo de socios Arqueosaurios A.C. (1997) ~ Luis Alonso Armendáriz Otzuka, Arnoldo Bermea Balderas, Juan Latapi Ortega, José Manuel Luna Lastra (QEPD 2022), José Mariano Orozco Tenorio, Francisco Rocha Garza, Oscar Valdés Martin del Campo, Willem Veltman, y Ramón Williamson Bosque.
