REVIVE OJO DE AGUA LA PASIÓN DE CRISTO
Con gran intensidad, fervor religioso, devoción y mucho respeto, vivieron cientos de visitantes y parrenses la escenificación de las últimas horas de Jesús en la tierra que culminó con su muerte en el madero
Por: Lucero Velázquez
LA PRENSA
PARRAS, COAHUILA. – Cuando llega la Semana Santa, el barrio antiguo “Ojo de Agua” no solo se prepara: se transforma. Calles que respiran historia, rostros que transmiten devoción y un pueblo que, desde hace más de cinco décadas, se une en una misma misión: revivir, con el alma entera, la Pasión de Cristo.
Este 2025, el tradicional Viacrucis Viviente volvió a conmover a propios y visitantes, con la participación de más de 80 actores locales que dieron vida a una de las representaciones más sentidas del Pueblo Mágico de Parras.
UNA HISTORIA QUE NACIÓ DE LA FE
Todo comenzó en 1974, cuando la familia Blanco llegó a Parras desde Saltillo, trayendo consigo no solo una tradición, sino un acto profundo de amor y fe. Lo que inició como una modesta escenificación, hoy es un símbolo vivo de identidad, que cada año fortalece el espíritu de toda una comunidad.
Don Hernán Rentería Blanco, coordinador del viacrucis, lo resume con emoción en la voz:
“Son ya más de cincuenta años de caminar con Jesús. Esto no es solo teatro, es oración, es comunión, es recordar que aún en medio del dolor, siempre hay esperanza”.
UN PUEBLO QUE SE UNE CON EL CORAZÓN
La edición 2025 del viacrucis viviente incluyó tres representaciones clave: el Domingo de Ramos (13 de abril), el Jueves Santo (17 de abril) y el impactante recorrido del Viernes Santo (18 de abril).
Actores de todas las edades, desde niños hasta adultos mayores, se prepararon durante semanas, ensayando con entrega y cuidando cada detalle. No hay improvisación: hay compromiso, respeto y fe.
“Aquí nadie viene a lucirse. Aquí todos venimos a servir. Cada personaje es una ofrenda, un acto de entrega. Es nuestra forma de decirle al mundo que Cristo sigue caminando con nosotros”, expresó don Hernán con los ojos brillantes de emoción.
EL ROSTRO DE CRISTO EN MOISÉS
Este año, por segunda ocasión el papel de Jesús fue interpretado por Moisés Gerardo Flores, un joven de 35 años que ha sido parte del viacrucis desde su infancia. Su historia es conmovedora: en ediciones pasadas fue Judas, y ahora nuevamente con madurez y fe renovada, encarnó a Cristo.
“Interpretar a Jesús no es un papel… es una transformación. Caminas descalzo, cargando una cruz de casi 100 kilos, bajo el sol ardiente y sin tomar agua. Pero lo más fuerte no es físico, es espiritual. Te confronta, te purifica, te acerca a Dios”.
Su recorrido, de poco más de un kilómetro, fue acompañado por cientos de fieles que en silencio, con lágrimas o con oraciones, revivieron el sacrificio más grande de la historia.
UN ESCENARIO QUE SE VUELVE SAGRADO
La cancha del barrio Ojo de Agua fue, una vez más, el escenario principal. Allí se montaron escenografías cuidadas al detalle, que junto al huerto prestado por una familia local —convertido en el Jardín de Getsemaní— ofrecieron un ambiente que transportó a todos al corazón de Jerusalén.
Todo en esta representación está cargado de simbolismo. Cada rincón tiene un propósito. Cada paso cuenta una historia.
UNA TRADICIÓN QUE UNE GENERACIONES
Lo que comenzó entre vecinos, hoy es un evento que convoca a toda la ciudad y a visitantes de otros municipios y estados. La Oficina de Convenciones y Visitantes de Parras lo incluye cada año en su programa de Semana Santa, reconociendo su valor cultural y espiritual.
“Más que una tradición, es una herencia viva. Aquí no hay actores profesionales, pero hay fe auténtica, y eso es lo que toca el alma de quienes vienen a vernos”, afirma don Hernán.
UN LLAMADO A NO DEJAR MORIR LA FE
Antes de concluir, el mensaje de don Hernán resuena como una súplica amorosa:
“Invitamos a todas las familias, a los jóvenes, a los niños… que vengan, que se acerquen, que vivan esto con nosotros. Si dejamos morir nuestras tradiciones, nos perdemos un pedazo de nuestra alma. Y mientras haya quien crea, el viacrucis seguirá vivo.”
En este rincón de Coahuila, cada Semana Santa es más que una fecha en el calendario: es un acto de amor colectivo, un recordatorio de que la fe no muere mientras haya corazones dispuestos a revivirla.