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domingo 7 de septiembre de 2025

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Rituales y tradiciones tras muerte de un Papa

Rituales y tradiciones tras muerte de un Papa

Por Staff/Agencia Reforma

La Prensa

El funeral del Papa Francisco, fallecido el lunes, seguirá una tradición centenaria, con rituales que durarán varios días y un velatorio de su cuerpo para los dolientes de todo el mundo.

Inmediatamente después de la muerte del Papa

Dentro del Vaticano, el ritual comienza cuando se convoca a un médico para que certifique la muerte del Pontífice y redacte un informe. Inmediatamente, el médico se asegura de que los restos se conservarán perfectamente para la velación, y el cuerpo del Pontífice se viste con una sotana blanca.

El Ordo Exsequiarum Romani Pontificis, que en latín significa “Rito de entierro de los pontífices romanos”, un libro introducido por el Vaticano el año pasado que simplifica los entierros papales, permite que la confirmación de la muerte suceda en la capilla personal del Papa en lugar de en su dormitorio.

El cardenal camarlengo, otros funcionarios vaticanos y miembros de la familia del Papa se congregarán en la capilla para la ceremonia. El cuerpo se coloca en un ataúd de madera forrado de zinc. El Pontífice estará vestido de rojo, con su palio y su mitra, que es el tocado tradicional que usan los obispos y una tira de lana blanca a modo de alzacuellos, colocados a su lado.

El camarlengo dispone el uso de un martillo ceremonial para destruir el llamado anillo del pescador, utilizado por el Papa para sellar documentos, con el fin de evitar falsificaciones. Se forjará uno nuevo cuando sea elegido el próximo Pontífice.

El camarlengo sella la puerta del estudio y del dormitorio del Papa. La noche anterior al funeral, se cerrará el ataúd y se cubrirá el rostro del Pontífice con un velo de seda blanca. Será enterrado con una bolsa que contiene monedas acuñadas por el Vaticano durante su papado y un bote con un rogito, o escritura, que enumera brevemente los detalles de su vida y papado. El rogito se lee en voz alta antes de cerrar el ataúd.

El funeral papal

Los 252 cardenales del mundo reciben tradicionalmente una invitación para viajar a Roma tras la muerte del Papa, asistir al funeral y elegir a un nuevo Pontífice.

El día elegido por los cardenales, el féretro será llevado en procesión a la Basílica de San Pedro.

Se espera que el velatorio en el interior de la Basílica dure unos días para que los fieles puedan presentar sus respetos.

El servicio, que suele celebrarse entre el cuarto y el sexto día tras la muerte del Pontífice, está marcado por una misa pública celebrada ante la Basílica de San Pedro, y a la que suelen asistir líderes mundiales y jefes de Estado. El decano del Colegio Cardenalicio, en este caso el cardenal Giovanni Battista Re, presidirá la misa.

El funeral comienza con una procesión liderada por un sacerdote que lleva una cruz, seguido por el féretro y el clero ordenado. Una vez depositado el féretro, se coloca encima un libro de los Evangelios. A continuación se celebra una misa fúnebre.

Los papas anteriores fueron enterrados en tres ataúdes: el primero de madera, otro de plomo y un tercero, también de madera. Pero en 2024, Francisco simplificó las normas para un funeral papal, especificando que sólo debía utilizarse un ataúd, uno de madera revestido de zinc. Los sellos de varios funcionarios vaticanos están impresos en el ataúd.

El camarlengo preside el entierro. Francisco pidió ser enterrado en la Basílica de Santa María la Mayor, en lugar de descansar en la cripta de San Pedro, donde están enterrados algunos de sus predecesores. Después se celebrarán nueve días de misas en iglesias de Roma.

Cónclave

La Iglesia católica adoptó nuevas normas para la elección de un Pontífice en 1996, bajo el Papa Juan Pablo II, y el proceso ha permanecido prácticamente inalterado desde entonces. Tras la muerte del Pontífice, los cardenales celebran una serie de reuniones denominadas congregaciones generales para debatir las necesidades y los retos a los que se enfrenta la Iglesia.

Entre quince y veinte días después de la muerte del Papa, o antes, si todos los cardenales con derecho a voto están en Roma, se reunirán para el cónclave.

De los 252 cardenales, sólo 135 tienen menos de 80 años y, por tanto, pueden votar en la elección de un nuevo Papa. Los cardenales votantes serán alojados en la Casa Santa Marta, donde vivió Francisco, y emitirán su voto en la Capilla Sixtina, en el Palacio Apostólico.

Los cardenales no pueden comunicarse con nadie del exterior hasta que haya sido elegido un Papa. Los sacerdotes, secretarios, cocineros y médicos que trabajen al margen de la elección deberán prestar juramento de secreto, y se inspeccionará la Capilla Sixtina en busca de micrófonos o equipos de grabación.

El primer día de la elección se celebra una misa especial matutina en la Basílica de San Pedro. Por la tarde, los cardenales se dirigen a la Capilla Sixtina, donde prestan un juramento de secreto. Después de que el último cardenal se haya juramentado, el maestro de las celebraciones litúrgicas da la orden en latín: “Extra omnes”: todos fuera. Todos los que no participen en el cónclave deben marcharse.

Los cardenales votan en secreto, rezando una oración y depositando la papeleta, doblada dos veces, en un receptáculo. Para convertirse en Papa, un candidato debe obtener dos tercios de los votos. Solo se celebra una votación por la tarde del primer día, después se celebran dos votaciones cada mañana y cada tarde hasta que alguien recibe los votos necesarios.

Hasta que se elige a un Papa, dos veces al día salen volutas de humo de una chimenea situada sobre la Capilla Sixtina mientras se queman las papeletas. El humo negro significa que no se ha elegido ningún Pontífice; el humo blanco significa que sí. (Se añaden sustancias químicas a las papeletas para obtener el tono de humo adecuado).

Una vez concluida la votación, el decano del colegio, o Cardenal Re, preguntará al sucesor elegido si acepta o no. Si lo hace, el decano le preguntará por el nombre con el que desea ser llamado Papa.

El nuevo Pontífice se vestirá con una sotana blanca, saludará a los cardenales y aparecerá por primera vez en un balcón de la Basílica de San Pedro, donde un cardenal mayor proclamará, en latín, Habemus papam, o “Tenemos un Papa”.

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