El Pontífice se reunió con los medios que han cubierto el cónclave y la muerte de Francisco para defender la libertad de prensa: “Sólo los pueblos informados pueden tomar decisiones libres”
Por María Rabell García/El Debate
La Prensa
ROMA.- Han sido los comunicadores y los periodistas los primeros en haber tenido una audiencia con el Papa León XIV. El aula Pablo VI ha acogido este primer encuentro marcado por la emoción de escuchar las palabras de un hombre que ha sido escogido para cargar sobre sus hombros el peso de la Iglesia y que, sin embargo, ha sido el primero en agradecer a los periodistas el trabajo realizado durante estos días, quienes «han estado en Roma estas semanas para contar la Iglesia, su variedad y, al mismo tiempo, su unidad».
Una unidad que está enfatizando desde los primeros momentos de su pontificado y que ha quedado sellado en el lema que ha escogido para su ministerio pretino: In Illo uno unum («En Aquel que es Uno, somos uno»), unas palabras que pronunció san Agustín en el sermón del Salmo 127 para explicar que «aunque los cristianos seamos muchos, en el único Cristo somos uno».
«Bienaventurados los que trabajan por la verdad»
Nada más comenzar, ha situado la mirada en el Evangelio: el sermón de Jesús en la montaña. Porque fue allí —recordó— donde dijo: «Bienaventurados los que trabajan por la verdad». Y de esa bienaventuranza ha hecho punto de partida y de llegada: «Se trata de una bendición que nos toca a todos, llamando a cada uno al trabajo de llevar delante una comunicación diversa y no la búsqueda de consenso a todo coste. No se viste de palabras agresivas, no lleva un modelo de competición, no separa nunca la búsqueda de la verdad con el amor con el que humildemente intentamos buscarla».
Es por eso que León XIV insistió en la urgencia de recuperar una comunicación con alma, que huya del ruido y de los lenguajes que enfrentan. «Hoy, uno de los desafíos más importantes es promover una comunicación que nos haga salir de la torre de Babel, donde a veces nos encontramos con la confusión de un lenguaje sin amor, muchas veces ideológico y faccioso», advirtió con serenidad. Porque comunicar —insistió— no es una tarea neutra, sino una forma de crear realidad: «Con las palabras que usáis, el estilo que usáis, es creación de una cultura, no es solo transmitir información».
Y por eso su llamada no se limitó a una reflexión teórica: exigió acción y compromiso. Pidió a los medios «custodiar la libertad de expresión y de prensa» y fue contundente al exigir la liberación de los periodistas encarcelados por «buscar y contar la verdad». Porque, como recordó sin dejar lugar a equívocos, «sólo los pueblos informados pueden tomar decisiones libres».
En ese mismo hilo de pensamiento, el Papa profundizó en el papel de los comunicadores ante una humanidad que atraviesa tiempos convulsos: «vivimos tiempos difíciles de navegar y de contar, que suponen un desafío para todos nosotros y del que no debemos escapar». Pero, lejos de invitar a la resignación, animó a los presentes a no replegarse: «no debemos huir. Al contrario, nos piden a cada uno de nosotros, en nuestras diferentes funciones y servicios, que no cedamos nunca a la mediocridad».
En coherencia con su primer saludo como Pontífice, volvió a situar la paz en el centro de su visión: «La paz comienza con cada uno de nosotros: con la forma en que miramos a los demás, escuchamos a los demás, hablamos de los demás; y, en este sentido, la forma en que nos comunicamos tiene una importancia fundamental: debemos decir ‘no’ a la guerra de palabras y de imágenes, debemos rechazar el paradigma de la guerra».
Y extendió esta exigencia también a la Iglesia, que —dijo— «debe aceptar el reto del tiempo y, del mismo modo, no puede haber comunicación y periodismo fuera del tiempo y de la historia». Para subrayarlo, citó a san Agustín con palabras que resonaron como brújula y espejo: «Vivamos bien y los tiempos serán buenos. Nosotros somos los tiempos» (Sermón 311).
Para cerrar su encuentro con los periodistas, el Papa León XIV quiso mirar más allá de los titulares del momento y poner el foco en la raíz misma del acto de comunicar. «La comunicación, en efecto, no es solo transmisión de información, sino creación de una cultura, de entornos humanos y digitales que se conviertan en espacios de diálogo y confrontación», afirmó.
Haciendo eco del mensaje de la próxima Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, instó a «desarmar la comunicación de todo prejuicio, rencor, fanatismo y odio» y a «purificarla de agresiones».
Porque —explicó— «una comunicación desarmada y desarmante nos permite compartir una visión diferente del mundo y actuar de forma coherente con nuestra dignidad humana». Fue una despedida amable, pero no por ello menos clara: «Les pido que elijan consciente y valientemente el camino de la comunicación pacífica».